EL PERRO
Comparte con tus amigos

Quería labrar en madera una flor que celebrara la amistad… terminé tallando un perro: no tenía mucho que decir, ni siquiera podía hablar, y su cola tiesa jamás se movería; pero era un compañero, como los de carne y hueso, que me recordaba que alguna vez yo también había sido un perro. Así fue como, en la mirada de ese can de astillas, me reconocí y reconocí a mis amigos. Comencé a ladrar de alegría.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *