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En la mañana del 26 de octubre de 1958, cuando de la chimenea de la Capilla Sixtina emanó una humareda “indudablemente blanca” y las campanas romanas comenzaron a repicar alegremente, todos esperaban que en el balcón central de la Basílica de San Pedro apareciera Giuseppe Siri, el sucesor designado de Eugenio Pacelli. No apareció nadie. El cónclave continuó. Surgió la teoría conspirativa: el genovés, se decía, habría sido elegido papa —habría tomado el nombre de Gregorio XVII— pero amenazas del exterior, transmitidas por los cardenales franceses, le habrían hecho renunciar justo antes de presentarse a la grey. Convencidos de que Siri, en efecto, habrían sido elegido papa en 1958, algunos grupos minoritarios católicos sostienen hasta hoy que la sede de Pedro está vacante y que todos los papas desde entonces la han usurpado.

A 60 años de aquello, vuelve a escucharse un runrún sedevacantista. La carta de Carlo María Viganó podría, casi por sí sola, troncar el papado de Jorge Mario Bergoglio. Las acusaciones del arzobispo, sin embargo, son solo la parte mediática de la guerra declarada por la muy tradicionalista curia estadounidense contra el papa. El golpe de KO, el que acertaría directo en la línea de flotación del papado de Bergoglio, sería Correctio filialis, la carta publicada el 24 de septiembre de 2017 y firmada por un centenar de teólogos, sacerdotes e historiadores, la cual denuncia siete supuestas herejías que el papa habría cometido “por palabra, acción y omisión […] y en Amoris laetitia[, su encíclica sobre el amor familiar]”. Específicamente, los firmantes rebaten sus posturas respecto “a la moral, al matrimonio y a la impartición de los sacramentos”. —Nos sentimos obligados a señalar su simpatía hacia Martín Lutero —rematan, casi comparando al argentino con el “borracho alemán” que llevó a la Iglesia católica a su época más confusa. El objetivo de los golpistas es, entonces, más ambicioso: no solo derrocar a Bergoglio, sino destruir su obra.

Bergoglio ha roto los moldes de lo tradicionalmente correcto; no solo ha confeccionado una doctrina amigable al s. XXI, reflejo de una militancia más progre, sino que ha descentralizado esa doctrina permitiendo a los obispos proceder según su propio criterio, de tal suerte que, por ejemplo, los sacerdotes alemanes acostumbran dar la comunión a parejas de hecho o casadas en segundas nupcias mientras que los polacos insisten en la indisolubilidad matrimonial, cosa muy wojtyliana. El ala más tradicionalista de la Iglesia, opuesta, por supuesto, a cualquier aventura reformadora, ha optado por desconocer la autoridad papal y apostar a que los últimos cinco años de la Iglesia sean como la novena temporada de Dallassolo un mal sueño. No es descabellado imaginar que el anhelo de los rebeldes sea que los teólogos de un futuro (no tan) lejano concluyan que la renuncia de Joseph Ratzinger no tuvo validez en tanto no fue “voluntaria”, como obliga el Código de Derecho canónico de 1983, y, en consecuencia, el papado de Bergoglio nunca ocurrió.

La Iglesia, mientras tanto, está entreteniéndose en una disyuntiva bien interesante: los concilios Vaticano I (1869-1870) y II (1962-1965) establecieron el dogma de fe de la infalibilidad papal, esto es que el papa “posee, por asistencia divina, la suprema autoridad apostólica en la definición de la doctrina de la fe y de las costumbres”; en otras palabras, que el papa no se equivoca o, precisemos, que no se equivoca cuando habla ex cathedra aunque podría equivocarse cuando emite una opinión personal. Luego, ¿qué debería obedecerse cuando lo divinamente revelado a un papa es opuesto a lo divinamente revelado a otro? En su historia reciente, la Iglesia enfrentó con éxito crisis similares: a Giovanni Battista Montini le culparon de “devaluar la fe” por reemplazar la misma tridentina por la misma moderna; antes, a Angelo Roncalli se le vincularon a la masonería. Eran otros tiempos, el papa era fuerte y los acusadores, minoría. Hoy, la correlación de fuerzas tal vez sea diferente…

Ubi papa, ibi Ecclesia.. Quienes se ostentan como salvadores de la Iglesia católica son los mismos que se han declarado en contra de Jorge Mario Bergoglio

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El papa ha puesto a la Iglesia de cabeza. ¿O será que el que está de cabeza es él?

Por: Francisco Baeza [@paco_baeza_]. 19 de septiembre de 2018.

Por IsAdmin

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