OJO CLÍNICO

Reposa sobre la cama en la habitación umbría como lo hace siempre antes de ducharse, antes de dormir. Hábitos de una vida de hábitos de los que acaso haya perdido el sentido, pero no la escrupulosa y exacta multiplicidad de movimientos y coordinadas exploraciones. Construye y se construye a sí mismos a partir de los rituales cotidianos, de las repetidas transacciones entre su yo y el mundo. Así obtiene un agradable sentimiento de confianza y seguridad, no ajeno, por cierto, a una perversa afición por el dolor físico. De tal manera que le gusta escarbar en las oquedades de la dentadura. Hace tiempo que debió acudir al dentista, pero el dolor es un agradable recordatorio de que está vivo; una grata revelación de la capacidad de autoflagelarse para recuperar una suerte de espiritualidad o de pureza.

La lengua es como un molusco de microscópicos seudópodos que no pueden asir, sin embargo, un residuo de alimento, una fibra cruda, tal vez, del jugoso filete mignón que masticó y engulló solitario, solitario sí, pues hace un año que lo abandonó Isis. Cuánto trabajo le costó ausentarla de su vida: hubiera querido extraerla como una muela inútil y arrojarla en el retrete del olvido, pero se quedó ahí, pegada a su ombligo y a sus ojos, a su boca, igual que el pedazo de carne que se mueve apenas cuando lo succiona con la lengua y la parte interior de los carrillos. La besó tanto, en los labios, en el cuello, en los senos, en los muslos; se meció en el espacio tenso y largo de sus mutuas correspondencias y no pocas veces la cuerda se rompió llevándolo de por medio hasta el pétreo lecho de la realidad, porque no estaban hechos el uno para la otra y viceversa. Sí, duele, con un dolor menos soportable que el del maxilar superior cuando, auxiliándose con un mondadientes de plástico, tira de la hebra que se atascó, precisamente, en sus dos extremos, como un columpio. ¡Por fin consigue irla extrayendo por uno de sus cabos… ¡Ay!, chilló… También pudo haber gritado ¡auch!, ¡ohhh! o ¡uj!, mas aprendió, quién sabe de quién, a lanzar lacónicos ayes, por supuesto que bien justificados porque la fibra no era un resto de comida sino un nervio que conecta con el ojo. Sigue halando con estoica paciencia, hasta que el último tirón, transmitido por la cuerda en dirección al lastimado globo ocular, salpica de fosfenos el cráneo y lo rellena de estrellas y planetas luminosos, de patéticas líneas onduladas, de transparentes fantasmas… después, la oscuridad y un hilo desde su boca, latiendo hasta la palma de la mano, y una esfera húmeda y resbaladiza, blanda y viva aún, en ese cuenco de su mano donde la vida, el corazón y el destino se disfrazan de surcos o cicatrices. Consternado, puede ser que, con el susto a flor de piel, enciende la lámpara sobre la mesa de noche, sobre la noche misma, de la que sobreviene el caos visual porque ambos ojos se miran uno al otro, otro al uno, desde los párpados azorados, desde el puño abierto. ¿No dijo Chesterton que la noche es un monstruo hecho de ojos? Pero no está Isis ahí para contárselo, ni para ayudarle; por eso se las arregla solo, tapándose el ojo de la cara mientras se mira con el otro ojo, con el asombro con el que la llaga de clavos de Cristo podía haber visto el rostro afligido debajo de la corona de espinas. ¡qué contrariedad! Andar por el mundo mirando desde un puño sin párpados, sin poder masticar porque el cordón umbilical de su vista nace del hueco de una muela y transita el mismo espacio, largo y tenso por el que solía comunicar su amor por Isis. El piso es duro para andarse con descuidos, no vaya a suceder que la mirada se le caiga al suelo. Tendrá entonces que bastarse con una mano mientras consigue un recipiente para la solución sódica y para el ojo desprendido y reseco. ¡Qué contrariedad! Nadie le advirtió que cosas como estas pasan de vez en cuando y si, como sospecha, la garantía no cubre esos desperfectos, ni los ocasionados por el amor, entonces tendrá que acudir al fabricante y pagar los gastos de cirugía, acaso la reposición del ojo, ¡y con lo cara que está la vida!

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Günter Petrak
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