Comparte con tus amigos

Desde que nació mi hijo estuve muy atenta a la masculinidad que ayudaría a formarle y por eso me ocupe, en primera instancia, de informarme y estar con él para que tuviera claridad a cómo son las relaciones igualitarias, empezando por la nuestra.

Cuando el feminismo radical de finales del siglo XX y lo que va del XXI, fue contra las instituciones patriarcales para transformar las relaciones basadas en la asimetría y opresión sexual que tienen control sobre las mujeres y, esencialmente, sobre su reproducción, surgió el lema: “Mi cuerpo, mis derechos” (con el derecho de abortar con su sola decisión). Esta posición tiene esquemas válidos, pero deja totalmente desvalidos a los hombres que no reproducen la ideología patriarcal opresiva, ya que aprendieron a tener relaciones igualitarias con las mujeres y, en caso de un embarazo, sí se hacen responsables, yquieren participar en su paternidad con una masculinidad igualitaria.

En la sociedad actual, en lugar de enfilar nuestras baterías para educar a los hombres para educarse en una nueva masculinidad igualitaria y se hagan responsables de todos sus actos, ahora son las mujeres quienes reproducen las decisiones unilaterales, asimétricas y de opresión, como hacen los hombres en el patriarcado, por lo que sería lo mismo nada más que cambiaron los actores: sigue siendo uno, el que no reconoce los derechos del ‘otro’.

Desde entonces supe que algo muy extraño sucedía para los hombres (no los machos alfa con masculinidad dominante). Esta inquietud no podría estar mejor estudiada, investigada y plasmada que en el libro: ‘Of Boys and Men: Why the Modern Male is Struggling, Why it Matters and What to Do about it’; en español: De niños y hombres por qué tiene dificultades el hombre moderno, por qué importa y qué hacer al respecto, del británico experto en Estudios Económicos del think tank de Brookings Institution en Estados Unidos (EEUU), Richard V. Reeves quien con unapreocupación genuina, señala cómo nos hemos equivocado en el debate en torno al género y cómo hemos caído en la trampa de ‘suma cero’ que es cuando la ganancia de un lado (el femenino) equivale a la pérdida del otro (masculino). Tradicionalmente el debate se ha enmarcado de esta manera, pero son dos cosas diferentes donde no se trata de elegir una u otra y el autor está convencido de que se puede reivindicar los derechos de los hombres sin ‘fallarles’ a las mujeres.

Algunos datos que nos hacen reflexionar: En EEUU de 100 estudiantes graduados, 74 son mujeres; la mayor caída del empleo se da entre hombres de entre 25 y 34 años; tres de cada cuatro ‘muertes por desesperación’- suicidio y sobredosis- son de hombres, lo que señala q hay una sensación de dislocación, desorientación e incertidumbre generalizada que sienten muchos hombres que se preguntan lo mismo que las mujeres en el siglo XIX: ¿Cuál es mi rol en la vida? ¿Soy realmente necesaria? al tener la sensación de que sus habilidades no eran reconocidas, valoradas y sin posibilidad alguna de desarrollarlas. A su vez no tenían claro cuál era su lugar en el mundo y se sentían minimizadas y aisladas por la sociedad en lo que era una desesperación silenciosa. Esta situación es paralela con la de los hombres en el mundo actual donde muchos no se ven necesarios, se sienten inseguros sobre su valor para la sociedad, y tiene que ver con que han perdido su rol tradicional y no han encontrado uno nuevo.

Los problemas que Reeves ha investigado están presentes en cada una de las economías occidentales, en todos los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), aunque en distintos grados. Por ejemplo, en EEUU a los hombres, en especial a los de clase trabajadora, les está yendo particularmente mal en lo económico, porque el país no tiene una buena red de seguridad para ellos. Hay un discurso común en muchos países como Brasil, India, Turquía y Corea del Sur, con el peligroso y falaz argumento de que la identidad masculina está siendo amenazada por los avances económicos de las mujeres, que conduce a un profundo y peligroso sentimiento antifeminista.

“El modelo de masculinidad tradicional ya es obsoleto, señala el autor, debe haber uno nuevo que lo sustituya”, y puntualiza que en sus investigaciones lo ha encontrado en parejas con un nivel educativo relativamente alto con posibilidades de elegir: parejas que han sido capaces de renegociar su relación, incluidos sus matrimonios, en maneras mucho más igualitarias, y sin la sensación de que estén estancados en un rol o en otro. El modelo que Reeves plantea es que los hombres se involucren más en la crianza de los hijos creando un nuevo modelo de paternidad más directo: una relación más directa con los hijos, sin que ello implique ser parte de la vida de la madre de éstos.

“Lo q propongo -afirma Reeves- es q reinventemos la paternidad de tal forma que sea una institución tan importante como la maternidad y tan importante como lo era en tiempos pasados, pero basado en una relación directa entre padres e hijos”.

Parafraseando a la feminista francesa del siglo XX Simone de Beauvoir, en su libro ‘El Segundo Sexo’: “No se nace mujer, se llega a serlo”. Esto es válido para el hombre con esta propuesta de Richard V. Reeves: “No se nace hombre, se llega a serlo.”

alefonse@hotmail.com

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *