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No soy un gran deportista, a lo mucho en estos tiempos camino algunos metros cada día, me gusta mirar algunos espectáculos deportivos, el beisbol en primer lugar y el futbol un poquito menos, me frustran los deportes profesionales en los que siempre ganan los mismos, la Liga Española de Futbol es un ejemplo, siempre están arriba el Madrid y el Barcelona, ocasionalmente se les cuela un equipo de media tabla y le prestan el titulo por un tiempo determinado que nunca pasa de un solo torneo.

El beisbol es otra cosa, yo he sido espectador desde una edad muy temprana, no muy afortunado en mi faceta de jugador, siempre fui de los últimos en ser escogido en los equipos del colegio, en primaria o secundaria (también en futbol me sucedía lo mismo) sin embargo él beis es un deporte que me gusta y entiendo, aunque existen muchas personas que afirman que la serie mundial de beisbol no debiera llamarse así, yo afirmo y sostengo que no hay mejor beisbol en el mundo que el que se juega en Estados Unidos y Canadá y esto se debe principalmente a que ellos se manejan en billetes verdes y su economía tiene un desempeño muy superior a la del resto de los países que lo juegan.

La última Serie Mundial, la que acaban de ganarle los Bravos de Atlanta a los Astros de Houston (a estos Astros ni la astrología ni Walter Mercado los hubiera salvado) así es este mundo y así también la economía.

Estos pensamientos y este tiempo siempre me recuerdan que el clásico de otoño siempre termina en octubre y que faltan pocos meses para que termine el año, se acerca entre otras cosas el cuatro de diciembre que es el día que cumple años el que escribe, este año que corre es más rápido que yo, estos meses en los que los días son más cortos que las noches me caen recuerdos, cada año que pasa son más los que tengo acumulados, recuerdo las palabras y los versos del portugués José Saramago.

¿Qué cuántos años tengo?

 ¡Qué importa eso!

 ¡Tengo la edad que quiero y siento!

La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso.


Fotografía del maestro José Saramago

En otra parte el maestro dice:

Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma,

Pero con el interés de seguir creciendo.

Tengo los años en que los sueños, se empiezan a acariciar con los dedos,

Y concluye el portugués:

¿Qué cuántos años tengo?

 ¡Eso!… ¿A quién le importa?

Tengo los años necesarios para perder ya el miedo

 Y hacer lo que quiero y siento

Qué importa cuántos años tengo.

O cuántos espero, si con los años que tengo,

¡aprendí a querer lo necesario y a tomar, sólo lo bueno!

José Saramago dixit.

Muy bien dicho y explicado maestro, es obligatorio que sin importar la edad que tenemos nos pongamos a funcionar como si únicamente nos faltara una semana para concluir nuestros días, para disfrutar los mejores momentos y aprender de los peores también, cuantos años tengo, no es importante, es más importante saber que cada día son menos los que nos restan, ni los gobiernos ni las dictaduras son eternas, cada hora que pasa y cada día les queda menos tiempo para lograr lo que se han propuesto.

La edad es un signo de los tiempos: debo confesar que las cosas de antes son distintas de las de ahora, por ejemplo: antes decía mentiras en casa para ir a una fiesta y ahora que los años empiezan a platear las sienes,  digo mentiras en la fiesta para regresarme a la casa….

Que cosas….

Por: Alfonso Díaz Ordaz Baillères

alfonsodiazordaz@gmail.com

3 de noviembre de 2021

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