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De nuevo se volvió a poner sobre la mesa el asunto de los parquímetros. Las posturas de siempre: “el beneficio para la ciudad”, por lo que se cobraría a los usuarios de un cajón de estacionamiento en la calle. Desde luego, el beneficio asegurado a la empresa que proporcione el servicio; la otra postura simplemente considera que no es necesario a la ciudad el ingreso que se obtendría por el cobro. Al final, solamente se retrasa la implementación.

¿Porqué no se cancela definitivamente? ¿Qué se pone en juego? ¿Qué hay detrás del interés para tener los parquímetros o no tenerlos? ¿Qué políticas públicas aplica en las ciudades, además, concretamente en las ciudades históricas?

La respuesta hacia cualquier sentido siempre estará condicionada por el tipo de ciudad que se pretende resignificar. Por ejemplo, llenar las calles con autos parados, estacionados, fijos, solamente por el hecho de beneficiar a la persona que tiene un automóvil, así como, la capacidad económica para pagar el alquiler de un espacio de calle. Esta acción hace una primera diferencia entre los poblanos que tienen auto y quienes no lo tienen; luego, este grupo privilegiado, hace una depuración para diferenciarse entre sí, definiendo el grupo que no tiene dificultad para pagar lo que se imponga como cuota.

Pero, más allá, colocar parquímetros, en realidad significa: atraer autos hacia las calles habilitadas con función de estacionamiento permitido; provocar la doble fila en los comercios con rotación habitual, es decir, se recurará la frase habitual que responde a la mala práctica “nomás un ratito”, que no justifica los congestionamientos que se provocan. Luego entonces, ¿dónde queda el privilegio para el peatón y el ciclista? ¿dónde queda la igualdad de las personas ante la ley y el derecho a la ciudad? ¿estas acciones responden a la idea de construir ciudades sostenibles y sustentables?

La ciudad del futuro debe contener menos vehículos; las calles deben ser expeditas para reducir el gasto energético; el centro histórico no debe dar cabida a que los automóviles permanezcan estacionados en la calle porque alteran la imagen urbana, además, la ciudad pierde lo ya ganado, lo cual es opuesto al espíritu del centro histórico.

Por: Carlos Montero Pantoja

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