La destrucción del INE como institución sería un retroceso sumamente grave que nos regresaría varias décadas en nuestro desarrollo.
La oposición ciudadana se está moviendo en dos planos: el inmediato es rechazar la contrarreforma electoral del presidente López Obrador que pretende quitarnos nuestra posibilidad de decidir quién nos gobierna. El objetivo mediato, también fundamental, es construir una visión de un país de futuro que sea plural, próspero, que viva en paz y con justicia.
La importancia de lograr el primer objetivo es obvia. Debemos tener la capacidad legal para elegir a nuestros gobernantes. Se ha escrito mucho, se ha demostrado de diversas maneras que la propuesta de reforma electoral, es un desatino por donde quiera que se le vea, si se trata de vivir en una democracia en construcción como la nuestra. Es una locura porque disminuye la equidad de la competencia, porque elimina la operatividad del árbitro electoral, porque pone nuestros datos personales en la Secretaría de Gobernación, porque simplemente nos quita la posibilidad de premiar a quien nos gobierna bien y castigar (y literalmente echar) a quien nos gobierna mal. Esta serie de factores, TODOS de gran importancia, son suficientes para que los ciudadanos nos movilicemos y acudamos a la concentración en los zócalos o plazas principales de decenas de ciudades en el país. Hasta ayer ya había convocatoria para concentraciones en 36 ciudades.
Las organizaciones convocantes iniciales, a las que se les han unido muchas más, son las mismas que llamaron a defender al INE en la megamarcha del 13 de noviembre pasado. Hoy es necesario volver a hacerlo. El peligro es inminente y las instituciones que pueden detenerlo, empezando por el Congreso y el Senado de la República, pero decididamente la Suprema Corte de Justicia, deben sentir que una gran parte de la ciudadanía no está dispuesta a perder así nada más EL INSTRUMENTO más preciado de cualquier democracia: el valor del voto. Lo estamos demandando.
Pero hay más desenlaces terribles en ciernes. La destrucción del INE como institución también sería un retroceso sumamente grave que nos regresaría varias décadas en nuestro desarrollo. Es simplemente inconcebible, y sigo sin explicarme, que gente inteligente siga respaldando al presidente en este propósito. Es verdaderamente una estupidez.
El segundo plano en que se están moviendo los ciudadanos es la conformación de una visión de país que sea lo más compartida posible. Una visión que nos una, que elimine la polarización y que respete las diversas maneras de pensar. Una visión que valore la armonía social, con justicia, al tiempo que promueva las oportunidades para todos, la prosperidad y el bienestar, en una tierra cada vez más asediada por los humanos. Hay varios grupos o colectivos que están trabajando en este tipo de visiones, con una interesante convergencia entre ellos. La última que surgió fue la de Mexicolectivo el pasado lunes, que convocó un grupo de mexicanos prominentes con la presencia de cientos de personas de diversos orígenes, edades, ocupaciones y visiones. Este grupo se suma a otros compuestos por organizaciones de la sociedad civil que han estado trabajando desde hace tiempo, como Unidos por México, que también está elaborando propuestas ampliamente discutidas sobre el futuro de nuestro país y su lugar en el mundo.
Es interesante destacar que esta visión está mucho más compartida de lo que uno podría pensar, y coincide con las problemáticas que muchas organizaciones y centros educativos y de investigación han realizado sobre la situación, como el seminario del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo de la UNAM, Impunidad Cero, la UIA, Causa en Común, Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, México Evalúa y el último reporte de Signos Vitales que presentó un diagnóstico detallado de los problemas principales que nos aquejan. Esta es una buena noticia.
Pero lo primero es lo primero. Para pensar en una visión de país compartido, antes es indispensable salvar al INE. Aquí no puede haber regateos de ninguna especie, ni distingos de ninguna clase. ¿Estamos o no a favor de conservar nuestros derechos políticos y nuestras libertades? Si la respuesta es sí, debemos unirnos en la concentración de defensa de nuestra democracia el próximo 26 de febrero. No hay de otra.