La Laguna de San Baltazar es un antiguo cuerpo de agua que ha existido siempre, pero con tamaño muy superior al actual. Aunque estaba lejos de la ciudad, los poblanos iban los fines de semana a pasear, a remar e incluso a cazar, había patos y otras aves migratorias, pero dicen que también había coyotes, zorros, conejos, tejones y especies silvestres de flora que desparecieron con la modernidad.
El desmedido crecimiento urbano destruyó muchos de los recursos naturales de la ciudad pero gracias a la Asociación Puebla Verde que rescató la laguna, hoy podemos disfrutar de los sonidos de la naturaleza en la cercanía de un espejo de agua, dentro de la ciudad.
UNA ZONA DE ESPARCIMIENTO
El investigador Pedro Sardá, refiere que toda la zona del sur de la ciudad de Puebla eran tierras abandonadas, en algunos casos agrícolas, ya en el siglo XX los poblanos las utilizaban como zona de esparcimiento, las familias venían de día de campo o a cazar.
“Los fines de semana la gente decía vámonos de excursión ´hasta la laguna´, les llevaba un ratote llegar porque en ese tiempo estaba lejos de la ciudad y había que tener un vehículo adecuado porque en los alrededores no había mecánicos y si se quedaban varados era una dificultad”, detalla.
Dice que había patos migratorios y él tiene fotografías de personas cazando, entre 1915 y 1925, que acostumbraban cazar con propósitos de alimentación. De igual forma dice que las personas que venían a remar, seguramente traían su lancha porque aquí no había y tampoco la podían dejar porque estaba todo abandonado.
EL ANTIGUO CUERPO DE AGUA
La laguna es un cuerpo de agua muy antiguo, más largo hacia el oriente, formado por una depresión del terreno, con un desnivel que viene de oriente a poniente, con dos pequeñas laderas que corren paralelas en la misma dirección, el agua se junta en la laguna porque es su salida natural, expone Sardá.
Perteneció a lo que era el ejido de San Baltazar Campeche (hoy junta auxiliar), que eran tierras sin bosque, naturales, pero siempre fueron utilizadas para la agricultura; aún después de la llegada de los españoles y tlaxcaltecas, fueron usadas con el mismo propósito, y así pasaron cientos de años.
“Estas tierras estaban sumamente lejanas de la mancha urbana y durante miles de años transcurrieron de una manera muy pacífica. Se fue poblando muy lentamente, por distintas migraciones y por la multiplicación de las personas. Es hasta la llegada de los asentamientos humanos que este lugar si se modifica”, asegura.
“Había un camino ancestral muy importante que se conocía como camino a La Garita o camino a Totimehuacán. Pero a partir del siglo XVI se vuelven más importantes las comunicaciones, principalmente hacia lugares de donde salía la materia prima que se necesitaba para la ciudad, como la piedra basáltica del Cerro de Loreto y la madera para construir casas que se traía de las faldas de la Malinche, que en ese entonces llegaban hasta el Antiguo Paseo que hoy es el Parque de San Francisco, hasta ahí llegaba la zona boscosa”, señala.
Dice que otro material que fue requerido y que por estar más lejos de la ciudad se volvió difícil de transportar, era la madera combustible o carbón vegetal, necesario para dar calor y sobre todo para cocinar, y este se traía de Valsequillo. Era una zona pantanosa un poco más cálida que la ciudad de Puebla y ahí abundaban los arbustos y los árboles de poca altura y madera dura que se utilizaba para el carbón.
“Entonces fue necesario crear un camino para llegar a esa zona de esos árboles aparentemente inservibles, pero que fueron muy útiles para producir calor. Se construye una vereda que se comienza a llamar camino a Totimehuacán y que también se le conoce como el camino a las carboneras”, expone.
SE SEGREGA EL LAGO
En el siglo XIX debido al crecimiento de la mancha urbana de Puebla era necesario crear una nueva vía de comunicación hacia las carboneras y para ello se tiene que hacer un nuevo camino.
“Entonces se saca una diagonal a la mitad de los panteones Municipal y Francés, que es perfectamente recta hasta la bajada hacia el río Alseseca, que es cuando gira suavemente, casi 90 grados, para cruzar por el centro de San Francisco Totimehuacán. Ese nuevo camino a las carboneras es lo que hoy conocemos como carretera o bulevar a Valsequillo, y para hacerlo se tuvo que cruzar casi por el centro de la Laguna de San Baltazar”, señala.
Refiere que cruzaron por la laguna que en ese entonces no tenía ningún tipo de uso, no era recreativa y tenía poco uso agrícola. La laguna era una solución a las inundaciones y por eso se le tuvo que respetar, sin embargo el investigador asegura que, en términos apropiados para los años cuarenta y cincuenta, la laguna era desechable, algo que gracias a dios hoy se ha redimensionado.
También influyó la construcción de la presa Manuel Ávila Camacho en Valsequillo, que se bautizó así en honor al ex presidente poblano, dice Sardá, quien agrega que, cuando se comenzó la obra, se utilizaron las vías de comunicación que existían, como los dos puentes que unían a Huexotitla con San Baltazar Campeche, por ahí pasaron maquinas, materiales, etcétera, “cuando se terminó de construir ésta, era necesaria la nueva vía de comunicación, aunque eso implicara pasar por el centro de la laguna de San Baltazar”.
El investigador relata que, el haber construido el camino por sobre la laguna, trajo consigo complicaciones como inundaciones y que la carretera a Valsequillo fuera precaria porque era terreno fangoso, no propio para pavimentar, y cuando al terreno lo cubrieron de pavimento, comenzó a deslavarse de las orillas y era peligroso para los neumáticos y por ende, para los conductores.
“En esa época una de las actividades primordiales que empezaba por ahí del jueves, era ir a la cantina a pasarla con los amigos y echarse unas copas. De noche era francamente peligroso, era un camino rural donde se podía encontrar gente a mitad de la fiesta. Uno trataba de no recorrerla de noche sobretodo”, advierte.
UN TERRENO INTERMINABLE
Alrededor de 1928 toda esta zona se convierte en el ejido de San Baltazar, desde la mitad de la actual avenida Eduardo Cué Merlo, hacia el sur, una zona demasiado extensa. Detalla que “se pasaron vendiendo ejido de San Baltazar Campeche para convertirlo en zona urbana, décadas y décadas, como si nunca se acabara”.
Relata que las tierra al oriente de la laguna de San Baltazar, que fueron las que se segregaron, estaban un tanto olvidadas al final del Rancho San Manuel (hoy la colonia). Y a inicios de los años sesenta del siglo XX, fueron adquiridas por la fundación Mary Street Jenkins, que después donó esos terrenos para la construcción de Ciudad Universitaria.
“La parte que quedó segregada por el cruce del bulevar Valsequillo, que es donde se construyó Ciudad Universitaria, se inunda cuando hay tormentas. En realidad la laguna va a dar hasta la 24 sur y por eso, en época de lluvias se inunda la rectoría de la BUAP. Es una depresión natural, cuando hay exceso de agua sube el nivel y hace lo que sabe hacer desde hace miles de años, incluso se desborda hacia el bulevar”, concluye el investigador.
EL RESCATE DE LA LAGUNA
“En 1987, estaba trabajando de manera voluntaria en el Ayuntamiento de Puebla, en la administración del licenciado Pacheco Pulido, yo no lo conocía pero un día lo vi en la calle y le dije: ´oiga tengo cuatro horas al día disponibles déjeme ayudar en lo que se pueda para organizar nuestra colonia, porque teníamos muchos problemas con la basura y los malos olores del rio Atoyac´. El me propuso colaborar en Participación Ciudadana y le dije sí”, expone Verónica Masttreta de la asociación Puebla Verde.
Estando en la dirección de Participación Ciudadana empezaron a llegar a esa oficina a la que iba todos los días gente con peticiones y un día llegó un grupo de vecinos de la colonia Bugambilias para decirle que cada año se inundaban de aguas negras que venía de la laguna.
“Todo esto que ahora es la laguna era un hoyo con aguas negras, basura y escombro, también la fueron rellenando para quitarle terreno y fraccionar. En esa época, entre varios amigos habíamos fundado Puebla Verde AC de apoyo al medio ambiente, con la idea de gestionar mejor los residuos urbanos, entonces empezamos a venir acá para ver que podíamos hacer”, señala.
“Un día Pacheco Pulido nos encontró en la laguna haciendo una jornada de reforestación y nos dijo: ´el ayuntamiento puede ayudar a meter el colector de agua negra de toda la calle de Rosas, puede dragar el espacio y sacar toda la basura, pero hasta ahí, no les podemos dar ni un centavo´, y preguntó: ´¿su patronato estaría dispuesto a hacerse cargo del espacio?´. Entonces lo pensamos y dijimos: en ningún lugar va a estar mejor que con nosotros que estamos motivados, y empezamos a hacer colectas y a conseguir donativos”, detalla Mastretta.
Relata que en febrero de 1987 se empezó a dragar y limpiar la laguna, y para mayo del mismo año, el alcalde fue a ver la obra, “se paró, vio el hoyo y se espantó, me dijo: ¿y con qué se va a llenar esto?, Yo le dijo, ´con el agua de lluvia´. Comencé a dudar porque imagínate ver todo esto vacío, fue muy impresionante. Empezó a llover en junio, y para finales de ese mes el agua ya estaba hasta arriba, se llenó con agua de lluvia”.
Masttreta dice que cuando le entregaron la laguna solo era un hoyo con el vertedero que ha funcionado muy bien y es la válvula de seguridad la laguna, drena toda el agua que entra, por eso nunca se ha desbordado.
Refiere que el espacio se tuvo que cercar porque era un lugar peligroso en ese entonces, las colonias circundantes todavía no estaba entregadas al municipio y los ejidos no estaban regularizados, y de noche todo eso era una boca de lobos.
“Mi marido me prestó dinero para cercar y me dio 10 años de chance, si le pague poco a poco. De inmediato cambió el parque. Luego empezamos a hacer siembras cada vez mejor pensadas para que se volviera un parque de zona. Rehicimos el bordo de la laguna porque nos lo entregaron muy débil”, asegura.
UN ESPACIO NATURAL CON VIDA
Dice que a partir de que les entregó el ayuntamiento la laguna, todo ha corrido a cargo de la asociación. Los primero cuatro años fueron a base de donativos, por ejemplo, se consiguió a 10 personas que pagaran un jardinero y se puso la cuota de recuperación en la entrada. Asegura que en un principio no iba nadie porque no había sombra o muy pocos la conocían.
“Llevamos muchos años sin subir las entradas porque viene mucha gente y mientras salgamos con los gastos preferimos ir gestionando las necesidades adicionales de otra manera. Ahora entramos al concurso de corresponsabilidad social de Volkswagen y este año nos dieron el apoyo. Se les presento el proyecto del plan de manejo de la laguna que ya se estaba haciendo, pero nos faltaba dinero”, advierte.
Dentro del plan de manejo de la laguna se contempló el inventario de hasta el último árbol que tienen sembrado para conocer sus valores ambientales, saber de qué se enferman, cómo se curan, dice que no hay ningún parque en Puebla que lo tenga, son los primeros.
Dice que al poco tiempo de tener el parque en custodia empezaron con las lanchas, primero una, luego dos y así, “las lanchas tiene su función: cuando se rema el agua se oxigena y los patos hacen los mismo”. Recuerda que la pista de una milla, la terminaron con el donativo de un banco.
Refiere que los primero patos eran de collar y los donó Africam Safari. Después la gente empezó a llevar patos blancos que le compran a sus hijos como juguetes y luego ya nos los quieren. Un día llegó una parejita de patos cafés que nunca se fue, y ahora tienen muchos.
“Nosotros tuvimos una visión ambiental, primero quisimos recuperar un espacio natural que al estar dentro de la ciudad iba a acabar por dar un servicio ambiental y recreativo a las personas”, señala.
Pero no todo ha sido color de rosa, los ejidatarios de la zona querían que se les entregara la laguna para acabarla de fraccionar. Por lo que Puebla Verde y Conagua, establecieron un litigio en el que, entre otras cosas, utilizaron planos de 1870, de 1890, un plano aéreo de 1930 y fueron al Registro Agrario Nacional que especifica que la laguna de San Baltazar está fuera de la dotación ejidal porque se reconoce como un gran lago. “El juicio se llevó muchos años pero lo acabamos de ganar”, concluye.
La concesión que tiene la Asociación Puebla Verde, otorgada por Conagua, tiene como finalidad la preservación del patrimonio natural, gracias a esto y a las acciones realizadas por ellos, hoy los poblanos tenemos un lugar donde disfrutar de los sonidos de la naturaleza en la cercanía de un espejo de agua, dentro de la ciudad.
Crédito de Fotos
Foto 1. Aunque les quedaba lejos a los poblanos les gustaba ir a remar a la Laguna de San Baltazar, año 1950-1960 | Foto: Abraham Paredes | Facebook “lo que quieres saber de Puebla”
Foto 2. La laguna perteneció al ejido de San Baltazar Campeche desde 1928 | Foto: Colección Pedro Sardá
Foto 3. Cacería en la Laguna de San Baltazar, año 1922 | Foto: Colección Pedro Sardá
Foto 4. Hombre satisfecho con su caza, año 1922 | Foto: Colección Pedro Sardá
Foto 5. Patos migratorios en la Laguna de San Baltazar, año 1950-1960 | Foto: Abraham Paredes | Facebook “lo que quieres saber de Puebla”
Foto 6. Un grupo de campesinos en la zona de la Laguna de San Baltazar, año 1922 | Foto: Colección Pedro Sardá
Foto 7. En febrero de 1987 se inició la obra de recuperación de la laguna, se dragó el espacio y se sacó la basura | Foto: Cortesía Verónica Mastretta
Foto 8. Aspecto actual de la Laguna de San Baltazar | Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla
Foto 9. Así luce la vegetación y la pista de una milla en la actualidad | Foto: Cortesía Verónica Mastretta
Foto 10. La garzas y los patos dan vida a la Laguna de San Baltazar | Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla
Foto 11. Vista aérea de la Laguna de San Baltazar en todo su esplendor | Foto: Iván Venegas | El Sol de Puebla
Por: Erika Reyes
Colaboración especial
El Sol de Puebla