Un año atrás se llevó a cabo en la Ciudad de Quito un “acto- dijéramos parafraseando la obra cumbre de León Tolstoi- contra toda razón humana y contra la humanidad misma”; Napoleón no cruzó con sus tropas la frontera de Rusia dando con ello origen a la guerra, pero contra toda práctica y disposición vigente en el concierto de las naciones, nuestra sede diplomática en la Ciudad fue allanada por la fuerza pública del país anfitrión.
Al margen de la acción emprendida por la cancillería ante el tribunal internacional de justicia por la flagrante contravención a la Convención de Viena de trato Diplomático, el hecho constituye la perpetración de un conjunto de delitos en contra del orden jurídico del país, y respecto de los cuales , para su debido conocimiento y resolución, las autoridades federales tanto ministeriales como judiciales se encuentran plenamente revestidas de competencia.
En consecuencia, un grupo de mexicanos presentamos la correspondiente denuncia de hechos ante al ministerio público de la federación que, a un año de distancia, bien deberían ser objeto del debido seguimiento, cuando, el principal indiciado, Daniel Roy Noboa Azín, se encamina a ser derrotado en los comicios , al unísono de que las empresas de exportación de banana de su familia han sido señaladas de estar plenamente involucradas en envíos de cargamentos de cocaína a diversos puertos europeos.
Las atribuciones de las autoridades mexicanas para conocer de “delitos cometidos contra mexicanos en el extranjero, o perpetrados por estos o que se ventiles en la sede de nuestras misiones diplomáticas” fue estatuido por la legislación de 1931 cuya redacción correría a cargo de José Ángel Ceniseros, en la legislación de Martínez de Castro de 1871 se establecía en contrapartida un sistema de reciprocidad internacional que fue severamente criticado por Ignacio L. Vallarta en uno de sus célebres “Votos”, no siendo un dato menos, el hecho de que el propio Vallarta hubiese sido el redactor de nuestra primera ley sobre nacionalidad y extranjería en el año de 1886.
La previsible derrota en los comicios de Noboa, acarreará sobre él y sobre el entramado de intereses que representa la acción de la justicia ecuatoriana, y acaso la de la justicia internacional: la etapa de auge del trasiego de la cocaína , inaugurado en una conexión entre Chile y Cuba por el Clan Wali Jalid, se catapultó posteriormente con Pablo Escobar bajo la cobertura de la “Operación Irán-Contras”, en medio de ello, el Banco de Guayaquil propiedad de la familia política del ex presidente Lasso jugaría un papel clave, según aseveraría en su momento un joven senador de Colombia llamado Gustavo Petro.
Al decir de los que entienden a fondo sobre el tema, el mundo del trasiego de la cocaína, descrito como nadie por el periodista italiano Roberto Saviano, queda del todo desplazado ante la nueva andanada de fentanilo, no cabe duda de que las profundas transformaciones geopolíticas inciden incluso en el mundo del hampa.
Al ordenar hace un año la incursión de la fuerza pública en la sede diplomática de México , Daniel Noboa motivado de la supina ignorancia que le asiste y caracteriza, incursionó en una transgresión a la cual no se atrevió a llegar Hitler, quién respetó incluso la inmunidad consular en París a cargo de Gilberto Bosques Saldívar, bajo cuya gestión, dicho sea de paso, llegó y se asentó en nuestro país gran parte de los integrantes de la comunidad judía, entre quienes se encontrarían los antepasados de nuestra actual mandataria; por lo demás, Noboa tomaría su decisión sintiéndose respaldado por un poder ilícito, negro y oscuro que hoy ha quedado del todo desplazado.
Pocas personas recuerdan en los días que corren a Jorge Dimitrov, recientemente lo he leído en las páginas del historiador norteamericano Howard Zinn, y varias décadas atrás Lombardo Toledano solía citarle con frecuencia, la absolución de la acusación esgrimida en su contra como presunto artífice del incendio del parlamento alemán, constituyó un ícono de enorme valentía política en su momento, y, dado sus antecedentes búlgaros, sería de esperar que, en los días que corren, las máximas autoridades brinden pleno respaldo a una acusación ventilada ante la justicia del país, como lo es la que concierne a la denuncia presentada en contra de Daniel Roy Noboa Azín y otros como responsables intelectuales de la incursión violenta a nuestra embajada en Quito hace un año, denuncia con la que se ha abierto un expediente , cuyas implicaciones trascienden con mucho al ámbito regional de América.