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Hace algunos lustros, durante una rueda de prensa en un Travel Mart en Londres, le preguntaron al entonces gobernador de Quintana Roo, de cuyo nombre no quiero acordarme, que tan cierta era la existencia de la pobreza extrema y la desigualdad en el estado y el surgimiento de la delincuencia derivado de la inmigración descontrolada, causada por la repentina e impresionante prosperidad económica, y la estrategia de atracción de turistas con un “perfil económico alto” pero con una posible “pobreza moral”. ¿Difícil el buscapiés, no? El señor gobernador ¡“pensando”! que estaba hablando con la prensa doméstica bien nutrida por la “publicidad oficial”, respondió casi arrebatando la palabra al astuto reportero lo que creyó ser un mensaje pletórico de claridad promocional, que tranquilizaría ipso facto a los turistas que, dudosos, estaba con el dedo en el botón para reservar, o no, en alguno de los resorts de la zona: “Mire, es cierto, tal como sucede en cualquier parte del mundo, hay hechos delictivos lamentables, ¡pero solo en los barrios y en el campo! … ¡en la zona hotelera NO! … ¿Eh?”. El reportero reviró: “¿Y a usted lo eligieron para ser gobernador de la zona hotelera o del Estado de Cancún? sic”. ¡Zaz! Lo que siguió fue una carnicería que ha de estar recordando ahora mismo que está encerrado en su casa por causa del COVID, reflexionando acerca de los mayores osos de su osuna vida.

Después de ese londinense y frio parteaguas en mi larga vida trabajando para el turismo ya nada volvió a ser igual. Me refiero a la siguiente sentencia que un día me confió Don José Brito Zaragoza, primer secretario de turismo del estado de Puebla a fínales de los 90, y que vine a entender cabalmente hasta esa vez que fui de metiche en esa impecable y bien producida rueda de prensa que se descontroló y terminó en zafarrancho al grito de ¡“sálvense quien pueda”!: “No puedes andar invitando a turistas sin antes procurar una vida digna para tus propios ciudadanos”.

La ética, caray, que palabra tan subvalorada.

Sin intentar, ni de cerca, dictar el menor balbuceo filosófico, recordemos que hay una estrecha relación entre ética y moral y moral y ley. Las tres hablan de lo que es bueno y lo que no lo es, en lo relativo al comportamiento del individuo en sociedad. No obstante la ética mantiene una visión reflexiva sobre las diversas moralidades y leyes aceptadas por las diversas culturas y sociedades, en sus diversos tiempos.

Hay quienes afirman que hay uno solo concepto ético válido universalmente: “trata a los demás como te gusta ser tratado” y de repente nos la tira un standupero principiante contándonos la anécdota del sádico y la masoquista.

Solo pondré el ejemplo del Acapulco antiguo, víctima de su propio “éxito”, cuando, allá a finales de los 80s, pasó de ser un destino turístico “de clase mundial” a ser el set natural preferido por las banalidades del “canal de las estrellas” y las vulgaridades de “la risa en vacaciones”. Mientras, sus regordetes gobernantes y capitanes del turismo, complacientes y distraídos contando los billetes, veían sin inmutarse como el destino sin planificación y sin ética, se alimentaba por hordas de turistas e inmigrantes, confundidos entre si, atraídos por el oropel difundido por la tele, quienes llegaban a integrarse a una sociedad desintegrada. Paradójicamente este bello lugar sigue siendo donde “calienta el Sol”, donde todo un pueblo originario rebosa de hospitalidad, calidez y alegría. Aprendieron la lección con sangre y renacen desde la Riviera Diamante Acapulco, donde se pone al bien común en el centro de un desarrollo integral y amplio.

En el Pacífico, antes, y en el Caribe, después, tuvimos estos ejemplos, de los muchos en el País, donde con vastos recursos naturales y culturales, no hemos tenido la inteligencia de integrar a la planificación financiera, mercadotécnica y de negocios, el pequeño gran factor ético y humano. Paradójicamente, hemos terminado pagando las consecuencias en las finanzas y los negocios. De eso se trata la ética: de entender que cualquier cosa que hagas en contra del planeta o la sociedad, tarde o temprano, de una u otra forma, tiene efectos contundentes negativos sobre ti y los tuyos.

Por: Javier Gamez

Facebook: Javier Gamez

Correo: jgamez@micemarket.com.mx

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