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Hay un niño que guardo en el pecho, mariposa de alas moradas, velero del mar eterno. Cuando bate sus alas, cuando hincha sus velas, juega a ser viajero, juega a ser cometa… Y en el jardín de mi infancia, del que guardo un recuerdo vago, sombra imprecisa de luminosos destellos, ese niño travieso con su candor inocente mira las nubes errantes y sueña… y ese sueño, del futuro la puerta, lo trae hasta mí… y me saluda, y me guiña un ojo, y me jala los cabellos que ya no tengo, ese niño indolente que guardo en el pecho, ¡cuánto lo extraño a veces!

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