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Los seres humanos llevamos dentro un hubiera que no existe. Cada uno de nosotros, en el transcurso de nuestras vidas, cargamos a cuestas proyectos incumplidos, amores fallidos, vocaciones inconclusas y decisiones equivocadas; está en nuestra naturaleza.

Hay opiniones encontradas, dicen los que creen que saben. Afirman que no existe, en oposición de otros que afirman lo contrario, la amada Beatriz del fundamental poeta florentino Dante Alighieri.  Es fuente de inspiración para estos últimos; sin ella, sin ese amor oculto, no habría sido posible imaginar su “Divina Comedia” y tendríamos que cruzar los umbrales del infierno para perder toda esperanza.

Beatriz Portinari, una dama florentina, cautivó al genio desde que ambos eran niños; la vida se encargó de separarlos y la muerte temprana de ella terminó por construir él “hubiera que no existe” en la mente del extraordinario poeta.

Beatriz Portinari, el amor de Dante.

En todos los ámbitos de la existencia humana hay un hubiera que no existe; de eso está hecha nuestra historia. No sólo de amores fallidos se nutre nuestra existencia; se alimenta sobre todo de nuestras circunstancias. Marco Polo, por ejemplo, no sabía hacia donde lo llevaba su viaje; lo fue descubriendo en la medida en que fue viajando. De cualquier forma,  si este viaje no hubiera existido, otro viajero lo tendría que haber realizado; el tiempo y las condiciones serían otras.

Es muy probable que Cristóbal Colón no supiera a ciencia cierta lo que al final se le reconoció como el descubrimiento de América; de no ser así, es seguro que otros, en otro tiempo y muy probablemente de distinta procedencia, lo hubieran conseguido y nuestro destino seguramente sería distinto.

Las cosas pasan porque de alguna forma tienen que pasar, algunas de ellas lamentables y aleccionadoras, aunque muchas veces los humanos no aprendamos la lección.

Hay un hubiera que ronda por mi cabeza, que seguramente los más jóvenes no conocen: ¿qué hubiera pasado con este México si no hubiera muerto Luis Donaldo Colosio Murrieta?. Estoy seguro qué mucho de lo que hemos vivido sería distinto; es probable que nuestros avances democráticos se hubieran consolidado de otra manera, distinta por supuesto a la que propició un político sin trayectoria, sin ideología, como lo fue Ernesto Zedillo Ponce de León. Es muy probable que el famoso error de diciembre no se hubiera presentado como fue; cuando menos eso creo, que el rescate de nuestra economía (FOBAPROA) se hubiera conducido de otra forma.

Son asuntos que no sabremos, difícilmente podríamos saberlo con certeza; sin embargo, el México que soñó Colosio sería distinto, un hombre con un gran oficio político y conocimiento de los mecanismos del poder, que probablemente hubiera guardado la sana distancia de su Partido sin abandonarlo, como lo hizo Zedillo.

El México que Colosio vio, como lo vio en su discurso del 6 de marzo de 1994 sería distinto. Así lo dijo: “¡México no quiere aventuras políticas! ¡México no quiere saltos al vacío! ¡México no quiere retrocesos a esquemas que ya estuvieron en el poder y probaron ser ineficaces! ¡México quiere democracia pero rechaza su perversión: la demagogia!”

También tenía una visión distinta de algunos asuntos de Estado, menos autoritaria y racional que la de Zedillo, cuando en el mismo discurso histórico expresó: “sabemos que el origen de muchos de nuestros males se encuentra en una excesiva concentración del poder. Concentración del poder que da lugar a decisiones equivocadas; al monopolio de iniciativas; a los abusos, a los excesos. Reformar el poder significa un presidencialismo sujeto estrictamente a los límites constitucionales de su origen republicano y democrático.”

En conclusión, yo pienso que si fuera posible cambiar el destino, yo hubiera querido uno distinto; ¿usted no?

Por: Alfonso Díaz Ordaz Baillères

alfonsodiazordaz@gmail.com

18 de agosto de 2020

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