¿Otra vez, como anillo al dedo?
20/01/2025
Hace seis años, a finales de 2019, justo cuando el obradorato comenzaba a hacer agua, cayó sobre nosotros la pandemia del COVID 19. Fue una tragedia que, “como anillo al dedo”, se convirtió en el pretexto perfecto para evadir la responsabilidad por el pésimo manejo de la economía. Al final del sexenio, la autodenominada “Cuarta Transformación” solo logró crecer 1% ¡en seis años!
Hoy, de nueva cuenta, todos los indicadores económicos amenazan con una recesión económica. Y otra vez, estamos a punto de enfrentar una amenaza externa de proporciones bíblicas, similares a la del COVID 19: Donald Trump
¿Y cuál ha sido la respuesta del obradorato? ¿Prepararse para las deportaciones masivas? ¿Tomar previsiones ante la designación como grupos terroristas de los cárteles mexicanos? ¿Anunciar una estrategia sensata ante la amenaza de imponer nuevos aranceles a las exportaciones de nuestro país a EU? No.
La respuesta ha sido una farsa más del oficialismo: sacarse de la manga, en tiempo récord, su famoso “Plan México”.
¿Por qué anunciar justo ahora un “plan” completamente fuera de la realidad? ¿Por qué apostarle a un plan que, según la opinión de muchos expertos, no cuenta con las condiciones económicas necesarias para materializarse? Y, sobre todo, ¿por qué hacerlo a las carreras, justo antes de que tome posesión Donald Trump como presidente de EU?
Muy sencillo: para poder aplicar la clásica “íbamos muy bien… Pero nos cayó otra “pandemia”, solo que esta vez se llama Donald Trump. Es decir, el pretexto perfecto para echarle la culpa a factores externos, del inminente fracaso económico del obradorato. Una prueba más de que “la historia se repite dos veces: la primera como tragedia, la segunda como farsa”, como diría un clásico.
Por eso, no debemos olvidar que durante los primeros 18 años de este siglo, la economía mexicana mantuvo un ritmo promedio de crecimiento de 2% anual. Y que, contrario a lo ofrecido en campaña, ese nivel de crecimiento, a todas luces insuficiente, cayó drásticamente al término del primer año de gobierno de López Obrador, prácticamente a cero.
Según los expertos, entre las pésimas decisiones que explican la desaceleración económica destacan: la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), la reducción del gasto público y la “austeridad republicana”, así como la cancelación de contratos con el sector privado para la extracción de petróleo y generación de energía renovable, entre otras pifias.
Adicionalmente, la incertidumbre regulatoria y la confrontación con el sector privado, aunada a la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), transformado en el T-MEC, produjeron una caída sin precedentes en la inversión fija bruta, acompañada de una afectación importante al tipo de cambio y el acceso al financiamiento.
Hoy, de nueva cuenta, estamos en medio de una pronunciada desaceleración económica, una obligada reducción del gasto público (“austeridad a fuerzas”) acompañada de una política monetaria restrictiva (presiones inflacionarias permanentes) y altos niveles de incertidumbre para la inversión derivados de la captura del Poder Judicial (caída en la Inversión Extranjera Directa relativa a nuevas inversiones).
Es decir, que estamos ante la configuración de condiciones similares (o peores) a las que produjeron el colapso de la economía durante el inicio del obradorato hace seis años. Con la diferencia de que, en aquel entonces, la debacle fue producto del capricho y la locura, mientras que ahora es consecuencia de condiciones estructurales adversas que se imponen a la voluntad.
Así que, más vale tomar distancia del sueño guajiro de llegar a ser la décima economía del mundo en 2030 planteada en el “plan México” (tendríamos que crecer a una tasa promedio de entre 5 y 6% anual), así como del llamado a “la unidad” frente al trumpismo (cuando la estrategia del régimen ha sido dividir y polarizar).
Se trata de meras maniobras clásicas del populismo para lavarle la cara a un régimen que, al parecer, no cuenta ni con los recursos económicos para mantener el modelo clientelar, ni el liderazgo para mantener a raya a las hordas morenistas sedientas de poder e impunidad. Por eso, la amenaza del trumpismo les viene, otra vez, “como anillo al dedo”.