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La novela de mi reciente autoría “El Alacrán Blanco” puede acaso contribuir a desentrañar las claves de los sucesos que se viven actualmente en Venezuela, o, al menos, erigirse en un bagaje de relativa importancia sobre los antecedentes de ellos mismos, al iniciarse el relato en cuestión en medio de una fiesta infantil en la Ciudad de Porlamar, en la Isla de Margarita en el señero año de 1976, fiesta a la habría asistido Luis Posada Carriles, he aquí el inicio de la aludida descripción:

“La luna, navegación de plata en el mar de la noche, irradiaba un tenue resplandor sobre las olas del pleamar,  las que en su sempiterna reflexión , han creado de manera inveterada a la vista, columnas argentíferas de agua salada en las que los viejos isleños han pretendido identificar el alma en pena “del tirano Aguirre”; en las inmediaciones de Porlamar, la mansión de Simón, iluminada a tambor batiente, en ese caso con luz artificial proveniente de los fluidos de la energía eléctrica generada en el macizo continental con las caídas de agua de la “represa de Gürí”, lucía reluciente.

Agente encubierto de la inteligencia militar, revestía el camuflaje de próspero importador de artículos de lujo provenientes de diversos puertos de Europa a la zona franca de aranceles en las que se hallaban, había convocado a los más inusitados invitados que pudiera imaginarse, con el deliberado propósito de festejar, tanto la fiesta patronal de su esposa : Pilar, como el cumpleaños de Carlos, su hijo mayor, adolescente apenas, que interpretó con el “cuatro” el célebre “Polo Margariteño” para solaz de los asistentes que aplaudieron con desbordado entusiasmo la ejecución musical con los que los deleitara el núbil festejado.

Félix Lope de Vega y Carpio “el fénix de los ingenios”, habría brindado a su vez un galardón a su hijo, también de nombre Carlos, al dedicarle los frutos de su inspiración de poeta; claro que, a diferencia de la celebración referida en la mansión de Simón, el ya para entonces monje trinitario no brindaría un homenaje  festivo sino muy por el contrario fúnebre del todo, al enterarse de que su hijo, conjuntamente con toda la tripulación con la que viajaba por las aguas Antillanas ubicadas en las cercanías de la isla, sucumbiera tras el naufragio de su embarcación, mientras perseguían la aventura de la pesca de las perlas preciosas.

Este de mis entrañas dulce fruto,
con vuestra bendición, ¡oh, Rey eterno!,
ofrezco humildemente a vuestras aras;
que si es de todos el mejor tributo
un puro corazón humilde y tierno,
y el más precioso de las prendas caras,
no las aromas raras
entre olores fenicios
y licores sabeos,
os rinden mis deseos,
por menos olorosos sacrificios,
sino mi corazón, que Carlos era,
que en el que me quedó menos os diera.

Los festejos de la anfitriona resultaban un complemente adicional dado que,  en la región insular en la que se sitúa el presente episodio de ésta historia, las fiestas de devoción mariana se  explayan a cabalidad en septiembre con motivo de la “Virgen del Valle”, santa patrona de la localidad y cuyas mandas concedidas, se pagan  con exvotos tan peculiares,  como podría serlo una perla en forma de pierna que se exhibe en su santuario, ofrecida por un pescador que obtuvo la gracia de conservar la extremidad tras haber sido atacado por un cazón mientras llevaba a cabo su faena marítima.

En todo caso, los habitantes rememoran el misterio piadoso de la “asunción de María” elevada al cielo en vida por los ángeles de dios, cada quince de agosto, celebrando a la ciudad en la que residen las autoridades políticas de la isla, situada a medio camino entre Porlamar y “Juan Griego”, compartiendo espacio con Santana en la breve serranía que atraviesa la geografía insular.

Asunción conservaba al menos por aquellos años la arquitectura antillana del siglo XVI, acaso más de raigambre italianizante que española que fuera testigo de hechos de calado grave y profundo: lo mismo el enseñoreamiento con  el que “el tirano Aguirre” ultrajó a Marcela, la hija de la orgullosa Aldonza Manrique designada gobernadora del lugar por el emperador Carlos V, sin que jamás se dignara abandonar su domicilio en “la Isabela” para poner un solo pie en la potestad que le había sido concedida; que el posterior sometimiento del brutal navegante del Amazona, extraviado  en su delirio de enfrentarlo todo en su ánimo de dominio personal, lo mismo la división de las castas establecida de manera incipiente en el nuevo mundo, que la ambición mercantil de los señores, la autoridad del emperador y de la iglesia y acaso incluso la voluntad misma de Dios.

Sebastián Ponce era prácticamente un niño en esos tiempos, coincidía con Carlos en las aulas escolares y asistió acompañando a su padre al festejo en cuestión, el anfitrión les había reservado sentarse en la mesa principal junto al “judío” Samuel, quien, en otro tiempo, había participado activamente en movimientos guerrilleros proclives al régimen cubano y ahora se enriquecía a manos  llenas por negocios derivados de la libre importación de productos a la isla o quizá , acaso, de eventuales conexiones con el Mossad; la mesa contigua sería destinada, entre otros de los muchos invitados al festejo, para el señor Figureido, con quien invariablemente coincidían Sebastián y su padre en el restaurante en el que solían comer y con quién habían terminado por trabar una cordial relación, en esa ocasión se hacía acompañar  de tres hombres de edad madura cuyas inflexiones de voz dejaban sentir la cubanía de su origen, destacándose uno de entre ellos por su actitud marcial y por traslucir en su semblante una actitud enorme de triunfo manifiesto y patente , así como de un norteamericano, que hacía en la mansión de Simón su debut en la isla y que, curiosamente, venía proveniente también del Brazil  haciendo  todo  suponer que  se trataba de algún socio de Figuereido en el negocio de exportación de textiles que lo habado llevado hasta las latitudes en cuestión.

Una semana antes, el vuelo 455 de Cuaba de Aviación, tras despegar del aeropuerto de la Guaira y de haber realizado una escala en Barbados, estalló por los aires tras la detonación de los artefactos explosivos colocados exprofeso en su interior, mandando a la región de los muertos, el “Hades Homérico” a la tripulación entera, pese a la forzada discreción que difícilmente Luis Posada Carriles trataba de alcanzar en la infantil fiesta de cumpleaños de Carlos, no disimulaba el sentimiento de satisfacción y orgullo que se escapaba en sus discretos intercambios con el norteamericano proveniente de un doble destino de asiento en sus actividades principales, México y el propio Brazil y, como ya se ha dicho, acompañaba a Figureido, compartiendo con ellos entre otros, la mesa del convite y degustando bebidas y ultramarinos de gran lujo mientras escuchaba con entusiasmo al festejado cantar el “Polo”

 

Por: Atilio Alberto Peralta Merino

albertoperalta1963@gmail.com

 

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