Geko es una largartija pequeña que un día entró a la estancia de la casa y al verla, así la nombré. Sus ojitos verdes y vivaces resaltaban en su cabeza alzada. Se metió y se perdió entre las plantas y las flores del lugar donde la veía correr y saltar libremente de un lugar a otro.
Mumu es mi gatita que ha estado con nosotros desde hace 18 años y por cuestiones prácticas le puse su cama, bebedero y comida en la estancia donde puede entrar, salir y estar donde quiera.
El día que vi a Geko entrar y correr al espacio de Mumu, pensé que ella lo atraparía ya que, anteriormente, la había visto jugar cruelmente con otras lagartijas, mientras yo trataba de salvarlas de sus garras y dientes.
Pero aquí me falló; Geko entró y se acomodó en la cama de Mumu sin que ella lo corriera; por el contrario, lo cobijó por encina de entre el espacio de su cuerpo y los cojines. Y ahí Geko se posaba y dormitaba en la noche, y de día corría por toda la estancia entre planta y planta para regresar a su lugar favorito: la cercanía con Mumu.
Tengo muy bien identificado el momento de cuando Mumu tiene entre sus garras a algún pequeño roedor o reptil porque emite un ronroneo muy especial para hipnotizarlos a la vez de que avisa que anduvo de cacería, encontró algo y más te vale que no te acerques a quitarle su presa porque conocerás su ferocidad y lo afilado de sus garras y dientes.
Pero en esta ocasión, mientras ella estaba aposentada en su trono formado por varios cojines de colores, Geko, sin guardar distancia prudente, se ubicó muy cerca de su lomo.
¡Imposible que Mumu no lo hubiera percibido! Su reacción fue extraña a la vez de admirable: en lugar de quererlo cazar y hacer su ronroneo especial para avisar “no se acerquen”, cerró sus ojitos maravillosos de color azul hielo y aceptó su cercanía, podría decirse que, aún intimidad.
Así es fascinante ver a Geko entrar y salir corriendo de la estancia al patio todas las mañanas y medios días, cuando el sol entra y la resolana se posa; ya por la tarde a Geko se le ve correr como si fuera en estampida en todo el espacio como si volara por la velocidad que toma, regresando a acurrucarse en el lomo de Mumu por las tardes-noches, mientras ella dormita.
Un día, la persona que viene a ayudar a limpiar la casa, vio a Geko y se le ocurrió que era una alimaña de la que habría que deshacerse, sobre todo porque sabe el amor que les prodigamos a nuestros compañeros de vida de cuatro patas, y precisamente cuando esta mujer quiso atrapar a Geko, se oyó el maullido peligroso de Mumu. Salí a la estancia para saber qué pasaba, la mujer estaba pálida por la actitud de Mumu. Pregunté qué había pasado y me comentó que había encontrado una lagartija y la iba a matar. Sólo le dije: “Ya viste que Mumu la ama. No te metas, es su amiga y esta es su casa.”
alefonse@hotmail.com

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Alejandra Fonseca
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