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Según la psicología ordinaria y según el pensamiento ordinario, sabemos que las funciones intelectuales, pensamientos, etc., son controlados o producidos por cierto centro al que llamamos “mente” o “intelecto” o “cerebro”. Y esto es muy justo. Sin embargo, para ser totalmente justos, tenemos que comprender que cada una de las otras funciones son también controladas por su propia mente o centro. Por tanto, desde el punto de vista de esta enseñanza, hay cuatro mentes o centros que controlan nuestras acciones ordinarias: mente o centro intelectual, centro emocional, centro motor y centro instintivo. En lo sucesivo, al referirnos a ellos, los llamaremos siempre centros. Cada centro es totalmente independiente de los demás, tiene su propia esfera de acción, sus propios poderes y sus propias formas de desarrollo.

Los centros, es decir, su estructura, sus capacidades, sus lados fuertes y sus defectos, pertenecen a la esencia. Su contenido, es decir, todo lo que cada centro adquiere, pertenece a la personalidad. Más adelante explicaremos el contenido de los centros.

Como ya he dicho, la personalidad es tan necesaria para el desarrollo del hombre como lo es la esencia, sólo que tiene que estar en el sitio que le corresponde. Esto es casi imposible, porque la personalidad está llena de ideas equivocadas sobre sí misma. No quiere ocupar el sitio que le corresponde, porque el sitio que le corresponde es secundario y subordinado; y no quiere conocer la verdad sobre sí misma, porque conocerla querrá decir abandonar su falsa posición dominante y ocupar la posición inferior que en realidad le pertenece.

El estado actual de falta de armonía del hombre está determinado por las equivocadas posiciones relativas de la esencia y de la personalidad. Y el único camino para salir de este estado de desarmonía es el conocimiento de sí mismo.

Conocerse a sí mismo… Este fue el primer principio y la primera demanda de las antiguas escuelas de psicología. Todavía recordamos las palabras, pero hemos perdido su significado.

Nosotros creemos que el conocernos a nosotros mismos quiere decir conocer nuestras peculiaridades, nuestros deseos, nuestros gustos, nuestras capacidades y nuestras intenciones, cuando en realidad lo que quiere decir es conocernos a nosotros mismos como máquinas, es decir, conocer la estructura de la propia máquina, sus partes, la función de las diferentes partes, las condiciones que rigen su trabajo, y así sucesivamente. En general nos damos cuenta de que no podemos conocer ninguna máquina sin estudiarla. Debemos recordarlo cuando se trata de nosotros mismos y tenemos que estudiar nuestras propias máquinas como máquinas. El medio para este estudio es la observación de sí mismo.

No hay otra manera y nadie puede hacer este trabajo por nosotros. Tenemos que hacerlo nosotros mismos. Pero antes de ello, tenernos que aprender cómo observar. Quiero decir. tenemos que comprender el lado técnico de la observación: debernos saber que es necesario observar diferentes funciones y distinguir una de otra, recordando, al mismo tiempo, acerca de los diferentes estados de conciencia, acerca de nuestro sueño y acerca de los numerosos «yoes» que hay en nosotros.

Tales observaciones darán muy pronto resultados. Lo primero que notará un hombre es que no puede observar imparcialmente todo lo que encuentra en sí mismo. Algunas cosas le pueden agradar, otras le fastidiarán, lo irritarán, hasta lo horrorizarán. Y no puede ser de otro modo. El hombre no se puede estudiar a sí mismo como a una estrella remota o como a un fósil raro. Naturalmente, le agradará en él lo que favorece su desarrollo y le desagradará lo que hace su desarrollo más difícil, o hasta imposible. Esto quiere decir que inmediatamente después de empezar a observarse a sí mismo, comenzará a distinguir rasgos útiles y rasgos dañinos en sí mismo, es decir, útiles o dañinos desde el punto de vista del posible conocimiento de sí, de su posible despertar, de su posible desarrollo. Verá en él lo que puede llegar a ser consciente y lo que no puede llegar a ser consciente y tiene que ser eliminado. Al observarse a sí mismo, debemos recordar siempre que el estudio de sí es el primer paso hacia su posible evolución.

PRÁCTICA DE AUTO-OBSERVACIÓN (Por Juan De Dios Flores Arechiga)

¿Qué debo auto-observar?

  • Mis pensamientos: ¿porqué estoy pensando lo que estoy pensando?
  • Mis sentimientos: ¿porqué estoy sintiendo lo que estoy sintiendo?
  • Mis acciones: ¿Por qué estoy actuando como lo estoy haciendo?
  • Con esta práctica constante, el conocimiento sobre si mismo, aumentará rápidamente.

Del libro: Psicologia de la posible

Evolución del Hombre.

Autor: P.D.Ouspensky

Enviado y adaptado por:

Juan De Dios Flores Arechiga.

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