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Detrás de la puerta está la ciudad añorada, con sus callejones, sus puertas, sus palacios, sus cementerios, sus iglesias, toda ella con sus parques y sus casas de nostalgia, cada espacio es una página y sus habitantes son personajes. La vida y el relato impreso de esa vida están en la ciudad-libro que leemos durante el encierro. Lo que le da esplendor es la posibilidad de que, al dar vuelta en una esquina, se le dé vuelta también a la hoja y el escenario y los personajes se encuentren en un nuevo laberinto de tinta y de letras. Calvino nos enseñó a leer las ciudades, pero nunca imaginó una construida de este modo. Tampoco supo que esta urbe dejará de creer en el silencio y gracias a las maravillas tecnológicas pronto será una ciudad podcast donde cualquiera podrá hacer una pausa, deteniendo el flujo de sus habitantes o adelantará el relato hasta la parte final, donde la ciudad se convierte en una Jerusalén cúbica y “su fulgor sea semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal”.

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