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Desde hace ya al menos un par de meses se advirtió sobre lo que venía: muchísimas muertes y mucho desempleo y reducción de ingresos. Lo advirtieron expertos, instituciones educativas y centros de investigación del país y del extranjero, se tenía la experiencia de países a los que llegó el virus antes que a México, pudimos experimentar en cabeza ajena. No fue suficiente. No hubo escucha de parte del gobierno mexicano y lejos de ello polarizó aún más al país.

Se desdeñó la gravedad de la crisis sanitaria, se dijo que había poco qué hacer pues de por sí se contagiaría mucha gente, muchos sin síntomas, pero que sólo fallecería del 3 a 5% de los infectados. Además hubo confusión en los mensajes y los datos, y descoordinación en las estrategias.

En cuanto a la economía, la respuesta del gobierno fue poca, tardía y segmentada. Poca porque los programas de apoyo se restringieron en su mayoría a los programas sociales ya existentes y seguir con los proyectos prioritarios del gobierno. Solamente el ofrecimiento de un millón de créditos de 25 mil pesos y otros a la palabra fueron adicionales. El monto no llega ni al 1% del PIB (Hay países que le están invirtiendo 5, 10, 15 y hasta 30% del PIB en apoyos a la gente y las empresas). Fue tardío porque fue hasta abril cuando iniciaron los apoyos y hoy, más de un mes después, se ha entregado apenas una fracción de ellos. Y fue fragmentada porque no se atendieron a la mayoría de los grupos que lo necesitaban. Sólo unos cuantos grupos de la sociedad, sin orden y por tanto sin efectividad.

El gobierno federal cayó en el falso dilema entre salvar vidas o salvar la economía. Se cayó en él desde la concepción de la estrategia. Hoy el gobierno está atrapado en ese falso dilema. Si lo sanitario va bien, si la gente no se contagia ni satura los hospitales, entonces morirá el menor número de personas posible dada la pandemia y sus características. Y si se controlan los contagios mediante pruebas y seguimiento, si hay pruebas para que la gente sepa que está sana o inmune y pueda regresar a trabajar, entonces podrá hacerlo siguiendo estrictos protocolos de seguridad y con mucha prudencia. Habrá mejores posibilidades de abrir las actividades productivas gradualmente y con seguridad. La economía, como la gente, también sufrirá menos. De otra forma, la única manera de controlar el virus es quedarse en casa, estrategia que muy poca población puede hacer por largo tiempo. Todo esto en tanto no tengamos una vacuna o tratamiento efectivo a la enfermedad.

Al día siguiente que el gobierno decretó la re-apertura, en medio de los momentos más graves de la pandemia con cerca de 11 mil defunciones en el país, la curva de contagios y muertes no se ha aplanado. Los contagios siguen en grandes cantidades y no se ve que vayan ahora a disminuir. Por su parte, en esta misma semana, el INEGI informó que 12.5 millones de personas han perdido al menos parte de su ingreso solamente en el mes de abril. Este dato coincide con lo que encontraron hace unas semanas los investigadores de la UIA CdMx y las proyecciones más pesimistas que calculó el Coneval.

Pero que casi 11 mil personas hayan fallecido o que 12.5 millones de personas se quedaron sin ingresos no sólo es un dato, es una verdadera tragedia. ¿Cuántas de estas muertes pudieron ser evitadas si no se hubieran contagiado y se hubieran resguardado en su casa? ¿Cuánta gente ha tenido que salir a trabajar para tratar de ganarse el sustento (casi siempre sin éxito) y se ha contagiado en ese proceso o ha contagiado a otros?  Y de ellos, ¿cuántos han fallecido? ¿Cuántas fuentes de empleo han desaparecido permanentemente y cuántas sin perspectivas de abrir operaciones en el mediano plazo?

Lo que tenemos enfrente ya es una crisis humanitaria, de suficiente gravedad para decidirse a actuar. Ya la tenemos aquí. Esos millones de personas no son un número, tienen nombre y apellido. Podríamos ver sus caras. De hecho, todos conocemos a alguna familia que ha sufrido una pérdida por el Covid-19, o conocemos a personas que han perdido su empleo, o empresas y changarros que han tenido que cerrar. Además, sabemos que la crisis seguirá en el futuro previsible y el daño será mucho peor. Resulta por tanto criminal no actuar de inmediato. Hay muchas propuestas que prometen gran efectividad para evitar, o al menos paliar, una debacle. El gobierno, al no actuar, está convirtiéndose en cómplice del virus.

Por: Enrique Cárdenas Sánchez

Universidad Iberoamericana de Puebla

Signos Vitales

Puebla contra la Corrupción y la Impunidad

enrique.cardenas@iberopuebla.mx

@EcardenasPuebla

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