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Cada ser crea un mundo alrededor de sí mismo, el cual depende de su mente. La mente puede que sea una ilusión, pero es creativa; crea sueños. Y depende de ti si creas un cielo o un infierno.

Aunque dejes este mundo no te será posible abandonarlo. Donde sea que vayas volverás a crear el mismo mundo, porque el mundo brota constantemente de ti, como las hojas brotan del árbol.

Vosotros no vivís en el mismo mundo, no podéis porque vuestras mentes no son iguales. Tú puedes estar viviendo en el infierno y el que está justo a tu lado puede estar viviendo en el cielo; ¿acaso crees que vivís en el mismo mundo? ¿Cómo vais a vivir en el mismo mundo si vuestras mentes son diferentes?

Así que lo primero que hay que entender es que no se puede abandonar el mundo a no ser que la mente desaparezca. Ambos están relacionados, dependen el uno del otro, forman un círculo vicioso. Si la mente está ahí… Y una mente es siempre una mente particular. Cuando la mente deja de ser una mente particular, cuando se convierte en Mente con mayúscula, ya no es una mente, se convierte en consciencia. Una mente es siempre una mente particular y desprende un aroma particular a su alrededor, que es tu mundo.

La mente crea al mundo, luego el mundo crea a la mente y la ayuda a permanecer como tal. Este es el círculo vicioso. Pero el origen está en la mente; el mundo es sólo una consecuencia.

La mente es substancial; el mundo es sólo su sombra. Y uno no puede deshacerse de su sombra, pero eso es lo que toda la gente trata de hacer.

Si esta mujer no encaja contigo, tú piensas que otra encajará. Tratas de cambiar el mundo, pero tú sigues siendo el mismo. Convertirás a la próxima mujer en una réplica exacta de la anterior. Volverás a crear, porque la mujer será sólo una pantalla.

Y te sorprenderás: la gente que se ha casado muchas veces tiene una experiencia realmente extraña. Una persona que se ha casado diez veces reconoce el hecho de que: «¿Cómo es que siempre me ocurre lo mismo? ¿Cómo es que en un mundo tan enorme siempre me encuentro con el mismo tipo de mujer? ¡Parece imposible hasta por casualidad!, ¡una y otra vez!».

El problema no es la mujer, el problema es la mente. La mente vuelve a ser atraída por el mismo tipo de mujer, y otra vez crea la misma relación; se vuelve a encontrar con el mismo lío y el mismo infierno.

Y lo mismo ocurre con todo lo que haces. ¿Crees que serías más feliz si vivieras en un palacio? ¡Te equivocas! ¿Quién es el que va a vivir en el palacio? Serás tú quien viva allí. Y si no eres capaz de ser feliz en una cabaña, tampoco serás capaz de ser feliz en un palacio. ¿Quién va a vivir en el palacio? Los palacios no existen fuera de ti.

Si puedes ser feliz viviendo en una cabaña, podrás ser feliz viviendo en un palacio, porque quien crea el mundo a tu alrededor eres tú. De otra forma, al igual que te disgusta la cabaña, te disgustará el palacio; aún más, porque será más grande. Será un infierno, exactamente igual; con más decoración, pero un infierno decorado no es el cielo. Y aun si te meten a la fuerza en el cielo tratarás de encontrar una salida o allí mismo crearás tu infierno.

He oído una historia acerca de un hombre que murió; era modisto, un gran hombre de negocios. Y de alguna forma, por algún error, entró en el cielo. Allí se encontró con su socio. Al socio se le veía tan triste como en la Tierra. Así que le preguntó:

«¿Qué pasa? ¿Cómo es que se te ve tan infeliz estando en el cielo?».

El socio le respondió: «Esto está bien, pero yo personalmente prefiero Miami».

Y él también llegó a esta conclusión a los pocos días. Así que volvieron a hacerse socios y se propusieron abrir otra empresa. Y ocurrirá lo mismo en cualquier parte que vayas, porque tú eres el mundo. Tú creas un mundo alrededor tuyo, y luego el mundo ayuda a la mente que lo ha creado. El hijo ayuda al padre, el hijo ayuda a la madre, la sombra ayuda a lo que la mantiene; y así la mente se refuerza y de nuevo vuelves a crear el mismo mundo sobre las mismas bases. ¿Por dónde empezar la transformación? ¿Cómo cambiar?

SI MIRAS, la primera mirada te dirá que cambies el mundo, porque es lo más obvio a tu alrededor. ¡Cámbialo! Y eso es lo que has estado haciendo durante vidas: cambiando constante mente el mundo, cambiando esto y lo de más allá, cambiando de casas, de cuerpos, de mujeres, de amigos; cambiando, pero sin darte cuenta nunca del hecho de que sigues igual, ¿cómo vas a cambiar el mundo así?

A eso se debe que se haya creado una falsa tradición de renunciación en todo el mundo. Deja tu hogar y vete a un monasterio. Huye de lo mundano y vete a los Himalayas. ¡Huye del mundo! Es muy fácil irse a los Himalayas, pero ¿cómo vas a huir de ti mismo? Allí volverás a crear el mismo mundo; exactamente el mismo. Puede que esta vez sea en miniatura, puede que no sea a tan gran escala, pero volverás a hacer lo mismo. Tú eres el mismo, ¿cómo vas a hacer algo diferente?

Una comprensión más profunda revela que, cuando cambie la mente, cambiará el mundo. Entonces, estés donde estés se te revelará un mundo diferente. Profundizas, y entonces entiendes que si quieres vivir realmente sin el mundo a tu alrededor… Porque por muy maravilloso que sea el mundo, tarde o temprano se volverá aburrido y te cansarás de él. Aunque estés en el mismo cielo añorarás el infierno, porque la mente necesita cambiar. No puede vivir en lo eterno, no puede vivir en lo que no cambia, porque la mente siempre añora una nueva curiosidad, alguna sensación nueva, alguna excitación nueva. La mente no puede parar el tiempo y habitar en lo atemporal. Es por eso que la mente no puede vivir en el ahora, en el aquí, porque el ahora no forma parte del tiempo; no cambia nunca, es eterno. Es sencillamente tal como es. Allí no ocurre nada. Está vacío.

Buda a esto lo llamó shunyata; vacío absoluto. En ese vacío no ocurre nada, nadie viene, nadie va. No hay nadie porque, si hubiera alguien, algo ocurriría.

La mente no puede vivir en el eterno ahora. La mente quiere cambios, espera y espera contra toda esperanza. La situación en sí es desesperada, pero la mente sigue esperando.

(Tomado del Libro titulado: El Libro de la Nada. / Autor: Osho)

Por: Juan de Dios Flores Arechiga.

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