El aplauso también cansa

Hay un momento —siempre llega— en el que el aplauso deja de ser música y se convierte en ruido. No lo digo desde el resentimiento, sino desde la experiencia humana de mirar de frente a quienes han vivido para cumplir expectativas ajenas.

David Martínez de la Piedra, Davo para el mundo del espectáculo, es uno de esos hombres que parecían hechos de acero. De los que cruzaron continentes, llenaron escenarios, sostuvieron funciones imposibles y aprendieron a sonreír incluso cuando el cuerpo pedía tregua. El mundo lo aplaudía. Nadie le preguntó cómo estaba.

El espectáculo es una industria hermosa y brutal.
Hermosa por lo que provoca.
Brutal por lo que exige.

Ahí no existen los días malos ni las fracturas emocionales. El cuerpo debe responder, la mente obedecer y el alma aprende a esconderse. Hombres y mujeres convertidos en atletas del asombro, obligados a cumplir –aunque el dolor esté presente, el calentamiento no haya existido y la vida esté pasando factura–. Porque el show —ese elegante monstruo— no admite pausas.

Davo lo tuvo todo: fama, dinero, reconocimiento. Y también perdió cosas que no se anuncian en los carteles: la calma, el sentido, la paz y el silencio interior. Las adicciones no llegaron por debilidad, llegaron por desgaste. Porque a veces la caída no es un tropiezo, sino el cansancio de sostener una imagen que ya no alcanza.

Hoy, a sus 42 años, David toma una decisión que incomoda: bajarse del escenario para hablar. No para justificarse. No para vender una épica del sufrimiento. Sino para contar la verdad. Su verdad. Esa que narra en El libro de Yinon, testimonio que no idealiza el éxito ni demoniza el fracaso, pero pone el dedo donde duele: en las esferas del poder, del dinero y del espectáculo que olvidan que detrás hay personas.

Lo valioso de esta historia no es la fama que tuvo, sino la conciencia que se fue construyendo. Davo entiende algo que muchos nunca alcanzan: que la resiliencia no es levantarse de inmediato, sino atreverse a mirar la herida sin maquillaje. Reconocer que se tocó fondo y aceptar que cambiar no sólo es posible, sino necesario.

Por eso afirmo sin titubeos: David Martínez de la Piedra es uno de los mejores artistas del espectáculo. No por la perfección de sus actos, sino por la honestidad de su caída. Porque se necesita más entraña para desmontar el personaje que para interpretarlo toda la vida.

Llega a Puebla no como una estrella en retirada, sino como un hombre entero. Uno que decidió dejar de correr detrás del aplauso para caminar hacia sí mismo. Y en ese gesto hay una lección urgente: todas y todos podemos cambiar, incluso cuando creemos que ya es demasiado tarde.

El aplauso se acaba.
La conciencia, cuando despierta, no.

alefonse@hotmail.com

Picture of Alejandra Fonseca
Alejandra Fonseca
+ Articulos
También puede interesarte

Patrocinadores

Últimas Noticias
Patrocinadores