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De ser un país que aspiraba a desarrollar una sociedad más próspera y democrática con justicia y menos desigualdad, estamos observando que nos encontramos en franco retroceso.

En otra época teníamos otra actitud, una que aspiraba a algo mejor. Las comparaciones que hacíamos del lugar de México en el mundo se hacían con referencia a los países de la OCDE y en ocasiones con América Latina. Hoy, nos comparamos con países en guerra o en franco atraso, que hasta hace poco nos parecía que ya lo habíamos superado.

Así, por ejemplo, el asesinato de periodistas, una muestra de la libertad de expresión y del grado de calidad de nuestra democracia, muestra que México desde hace tiempo y especialmente ahora, es el país con más asesinatos a periodistas. Incluso países como Afganistán que están en guerra tienen menos asesinatos de periodistas (UNESCO, 2021). Los feminicidios, que han venido aumentando, hoy México se ‘distingue’ al colocarse entre los cinco países con más feminicidios en América Latina y el Caribe (CEPAL, 2020). Todos sabemos que México es hoy un país con una grave inseguridad que venimos arrastrando de años, pero que no era tan grave y tan cotidiana. Sí, el crimen organizado es un factor clave, y por eso principalmente la inseguridad en el país continúa a niveles sumamente elevados: anualmente existe una tasa de 18.1 homicidios por cada 100 mil habitantes. Estamos en el segundo lugar de 38 países miembros de la OCDE, junto a naciones como Brasil y Sudáfrica, algunas que se caracterizan por estar en guerra o estar en condiciones de rompimiento institucional grave, de acuerdo con los datos más recientes de la OCDE.

Y a pesar del eslogan de este gobierno, el estudio sistemático del World Justice Project presenta que México está catalogado entre los países más corruptos del planeta, al ocupar el lugar 124 con una puntuación de 31 en una escala de 0 (muy corrupto) a 100 (muy limpio), después de países como Argelia, El Salvador, Turquía, Vietnam, Colombia y Brasil (Transparencia Internacional, 2021). También, la calidad de nuestra democracia, tomando en cuenta factores como Estado de derecho, división de poderes e independencia del Poder Judicial, coloca a nuestro país en el lugar 113 de 139 países considerados en el reporte del World Justice Project (2021). Además, México se encuentra entre los diez países con mayor puntuación de criminalidad en el Índice Global de Crimen Organizado (2021), ocupando el cuarto lugar.

La pandemia también se ha convertido en un termómetro de los sistemas de salud, de su gestión por el gobierno, y de la efectividad de la estrategia gubernamental para hacer frente a la crisis sanitaria. México ya cuenta 667 mil 240 muertes en exceso en el periodo de la pandemia, 461 mil 561 de ellos directamente relacionadas con COVID-19, según cifras oficiales. Este parámetro, que resume el estado del sistema y su gestión, coloca a nuestro país entre los cinco países con un peor desempeño en el mundo (IHME, 2021). Es una tragedia que está alcanzando magnitudes superiores a la mortandad (en promedio anual) que hubo durante la Revolución Mexicana.

Finalmente, como otro ejemplo más, que lamentablemente es uno de muchos otros, es el acecho desde el poder a las comunidades científicas y universitarias. En los países más autoritarios del mundo, sus líderes han trastocado la vida académica para concentrar poder. Tal es el caso de Turquía, Hungría, Venezuela y Nicaragua. Han nombrado rectores violando sus estatutos, han declarado control gubernamental sobre universidades en Nicaragua. En este país, han violado los reglamentos para imponer un director y funcionarios en el CIDE impulsando una manera única de ver el mundo, o atacando a científicos y exfuncionarios de Conacyt sin presentar una sola prueba.

Y en México, para colmo, se están modificando los libros de texto con una visión altamente ideologizada y de manera expedita, sin consenso alguno, que busca imponer un solo pensamiento. No solo eso, están experimentando con el rediseño de los planes y programas de educación básica, también realizados al vapor y sin los estudios necesarios para asegurar su buen desempeño y efectividad. El sistema educativo y, sobre todo, el aprendizaje de los niños están en vilo. Al golpe de la pandemia se le suman ahora obstáculos adicionales que, no hay duda, tendrán un impacto devastador en generaciones de niños, sobre todo los más vulnerables y desprotegidos. México se está rezagando frente al resto del mundo.

La caída, el retroceso de nuestro país en muchos órdenes, ha sido grave y ahora se ha acelerado. De ser un país que aspiraba a desarrollar una sociedad más próspera y democrática con justicia y menos desigualdad, estamos observando que nos encontramos en franco retroceso. Antes nos comparábamos con los países de la OCDE y estábamos en la cola. Hoy ha aumentado la membresía de países en esa organización y seguimos en la cola. También nos comparábamos con los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y estábamos en los MINT (México, Indonesia, Nigeria y Turquía), dando la pelea. Hoy estamos a la cola de ese grupo de naciones y, si nos descuidamos, ya ni siquiera apareceremos ahí.

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