Ahora que nos encontramos en la cercanía de la conmemoración del medio milenio de la fundación de la ciudad de los “Ángeles”, -Puebla no es más que una especie en la clasificación de zonas urbanas , según los términos de lo que años después fueron las “Ordenanzas de Población” de Felipe II, redactadas por Juan de Ovando a la sazón presidente del Real y Supremo Consejo de las Indias”- cabe considerar a cabalidad que, cultivar el gusto por la denominada “crónica de Indias” y la historia virreinal, exige un cierto grado de concentración y esfuerzo a lo largo de un periodo más o menos largo de tiempo durante la vida de un hombre.
El hecho de que frente al consejo de la crónica de la ciudad esté Juan Pablo Salazar Andrew , a quién conozco y respeto desde hace muchos años, me parece, de entrada una señal por demás encomiable, así como también lo es, el hecho de que el gobierno del estado invite a escuchar las investigaciones de Gustavo Mauleón sobre la relación de Sor Juana Inés de la Cruz con nuestra Ciudad.
Aclaro que no he escuchado aun, la que vaticinó será una brillante exposición del profesor Gustavo Mauleón al momento de escribir las presentes líneas, pero creo muy difícil que no tenga en cuenta el hecho de que, fue precisamente el obispo de Puebla, Manuel Fernández de San Cruz, quien instó a escribir la célebre “Carta Atenagórica” y quién, en alto grado de deslealtad a la amistad que sostenía con Sor Juana la publicara , precisamente en la ciudad de Puebla.
En el “Divino Narciso”, al enamorarse Cristo de su imagen reflejada en la naturaleza humana, creación suya como Dios en la persona del “Padre”, la monja Gerónima alcanza, al decir de Octavio Paz, alturas filosóficas que permiten emparentarla con Schelling y Hegel.
El propio Octavio Paz destaca la riqueza epistemológica que plasma Sor Juana en las que considera sus dos obras de mayor alcance filosófico junto al “auto sacramental” de la imagen de Cristo enamorado de su propia imagen : el “Sueño” y la “Carta” editada y distribuida en nuestra ciudad; en éste último caso, resulta curioso que no se haya propiciado referencia alguna a Soren Kierkeggard por parte del propio “premio nobel”, o de ninguno de los otros estudiosos célebres de la obra de Sor Juana como Amado Nervo, Pedro Henríquez Ureña , Emilio Abreu Gómez, Ezequiel A. Chávez o en el extranjero Dorothy Schons o Ludwig Pfandl.
El pasaje referente a “los celos de Dios” , como eventual motivación celestial para pedir un sacrificio a Abraham de tal envergadura, remite de inmediato a la obra formidable sobre la angustia: “Temor y Temblor”.
En fechas recientes, la Universidad Nacional ha puesto en circulación una obra de enorme relevancia para , me refiero por supuesto a la “Invención del Cosmos” de Verónica Volcow, en las que se desentraña con enorme agudeza toda la riqueza simbólica que Cristóbal de Villapando plasmó en el mural de la cúpula del “Altar de los Reyes”, referencias entre las que figura , en forma por demás destacada, “la ventura del conocimiento” referida por Sor Juana en “Sueño” , en el que aborda al abismo al que se precipita Pheatón- a quién no se menciona expresamente en las estrofas yámbicas del poema como si hace con “Ícaro”- tras el ímpetu desbordado de la transgresión que le acomete , ímpetu de transgresión que consigo lleva el desentrañar todo misterio oculto.
Misterios como el concerniente al orbitar de los astros según Galileo o Tycho Brahe, y cuyos criterios encontrados fueron materia de confrontación en Nueva España entre Eusebio Kino y Carlos de Sigüenza y Góngora según se plasmara en poemas de Sor Juana como lo relata con singular agudeza Verónica Volcow.
Un vértigo de tal talante , ante la develación de los misterios como acaso podrían ser los que se encierran en la astronomía o en “los celos de Dios por Isaac”, ¿ no es lo que lleva acaso a Abraham a la insoldable angustia descrita por el filósofo Danés? En todo caso, estaríamos ante un sentimiento muy similar al de Pheatón, e incluso, también, ante un desenlace como “el perdón de Dios ante la muestra de sumisión del patriarca de Ur”, que bien puede emparentarse con el final del “Sueño”: “ quedando a luz más cierta el Mundo iluminado, y yo despierta”.
El mundo en los días que corren requieren de la transgresión de “Pheatón” y acaso incluso también de la angustia de “Abraham”, y la aproximación de una efeméride tan relevante el compromiso de espíritus dados a una tarde tan ardua como la ocasión requiere.