“¿Has escuchado hablar de que una muchacha creó al hombre de sus sueños con inteligencia artificial y se casó con él, porque estaba cansada que en la vida real no encontraba a alguien que estuviera a la altura de sus estándares? Te voy a platicar.
“Mis papás salieron de vacaciones y como estamos dándole mantenimiento a la casa, me dediqué a sacar todas las cosas de su closet para que se puedan pintar las paredes. Lo que saqué lo puse encima de la cama y empecé a cubrir los trajes con bolsas de plástico para que se protejan. ¡No sabes las cosas que encontré, aún mías!
“Me topé con una caja llena de barnices de uñas de hace años que todavía sirven, pero ya no se usan y me pregunté: ¿Dónde los voy a ir a tirar que no contaminen? Muchas veces compramos cosas que no pensamos dónde los podemos desechar o cómo reciclarlas cuando ya no las queramos o ya no nos sirven. También encontré espray de todo tipo: del que te dejaba el cabello bien tieso, del que traía brillitos, del más suave, en fin, como diez latas de diferente espray, pero tampoco sé qué hacer con ellos porque además está comprobado que destruye la capa de ozono.
“¿Dónde los voy a ir a tirar? El problema es que, si tiro lo que he encontrado y ya no quiero, ¡nada más va a cambiar de lugar, realmente no sé dónde tirarlos y como siempre va a terminar en lugares donde contamine!
“¿Te imaginas que esa maravillosa tecnología de inteligencia artificial (IA) estuviera programada para que pudiéramos consultarla y saber cómo y dónde desechar todo lo que compramos sin pensar?
“Me sorprende que haya quienes están más preocupados por crear un robot que les haga compañía y los haga sentir bien, antes de pensar que nuestra vida, la de todos, con o sin robot, ¡es aquí!”
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