1 / 2 Las orquídeas y yo

Recuerdo cuando tuve entre mis manos la primera orquídea que llegó a mi vida, fue en mi cumpleaños número quince, y no se me olvida quién me la regaló –él confesó ser mi eterno enamorado-, con quien todavía mantengo contacto en redes.
A esa edad y entonces, una orquídea era un regalo tan exquisito que a mi edad -entre niña y adolescente-, no entendía su significado. La presentación era magnánima: dentro de una formidable caja cuadrada transparente con base negra para resaltar su elegancia, la enorme orquídea en amalgama lila, blanco y morado, tallo delicado aposentado fijo a lado, dentro de un tubito de cristal con agua y taponcito, y monumental moño de tela morada que engalanaba la ofrenda.
Cuando mi nana me llamó a la puerta porque una persona me buscaba, corrí de tenis, shorts y despeinada a ver quién era: en la puerta estaba un alto y apuesto chofer en uniforme: traía la orquídea entre sus manos enguantadas de blanco. Recuerdo haberlos visto titánicos -a él y a la orquídea-, y cuando él supo que yo era la susodicha, se agachó con toda amabilidad para que tomara la orquídea que me ofrecía. Sólo dijo: “De parte del joven José Antonio”, y partió.
A la sofisticada orquídea la puse en un lugar privilegiado de la sala para que luciera toda su majestuosidad al combinar con el resto del lugar. Después supe que esta flor tan sofisticada significaba admiración, amor, lujo, belleza y fertilidad, ¡todo junto!
Pasados los años empecé a coleccionar orquídeas de todos tamaños, colores y lugares: llegué a tener cien y contando, en el corazón de mi casa donde hay un gran domo que hace de invernadero. Sucedió que un día compré una orquídea silvestre de la selva, muy exótica: con todo cuidado la traje a casa y la puse en un lugar especial, como se me había indicado.
El problema fue que esta orquídea salvaje tenía algún tipo de patógeno y, a pesar de estar aislada del resto, las demás comenzaron a morir. Así que, con esa desgracia, sólo me quedaron tres de las cien y pico que tenía, mismas que a la fecha procuro con amor: les canto, les bailo, las mimo, les platico y me les encuero, ¡no, eso no! Estas bellezas son el nuevo ciclo de colección de orquídeas. Una es mi orgullo: hoy tiene 15 botones y dos más floreando. Con ella me doy por bien servida, en honor de José Antonio.
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alefonse@hotmail.com

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Alejandra Fonseca
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