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El ataque a las refinerías petroleras de Saudi Arabia del pasado fin de semana provocaron el aumento del precio internacional del petróleo en 15% de un día para otro, aunque luego disminuyó parcialmente. Es lógico dado el enorme peso que tiene ese país en la producción de petróleo y de productos refinados. Solo Arabia Saudita, segundo lugar a nivel mundial, produce 12.4 millones de barriles diarios y tiene una gran flexibilidad en cuanto a la cantidad de petróleo que decide producir diariamente. Puede aumentar o reducir su producción en grandes cantidades con mucha facilidad.

Independientemente de los aspectos militares y geopolíticos del ataque, que por cierto son de la mayor importancia, parece ser que los precios internacionales del petróleo serán más altos de cómo se encontraban antes del ataque, en parte por la incertidumbre que inevitablemente esos hechos tendrán en el mercado internacional. Por tanto, es previsible que Pemex tendrá más ingresos por la exportación de petróleo, lo cual le viene muy bien a sus finanzas en el corto plazo. Ello da un respiro a la empresa ante las dificultades para aumentar la producción que ha enfrentado. De qué tamaño será este impacto depende, naturalmente, del comportamiento del precio internacional en los próximos días y meses, así como de la política sobre el precio de venta de las gasolinas al público y a otros distribuidores privados de gasolinas.

El presidente López Obrador ha declarado, y ha presumido, que los precios reales de las gasolinas al consumidor no han aumentado en su gobierno (es decir, aumentan sólo lo que aumenta la inflación). Eso ha implicado que el impuesto correspondiente (IEPS), vía aumentos o disminuciones, se ajuste a los movimientos en el precio del petróleo. Cuando disminuye el precio del crudo, el impuesto aumenta para mantener fijo el precio real de la gasolina y el consumidor no se beneficia de la reducción del precio del petróleo; y si el precio del petróleo aumenta, entonces el gobierno reduce el impuesto (da un estímulo fiscal o un verdadero subsidio) para que el consumidor no sufra el aumento y así se mantenga el precio real (sin contar la inflación) de las gasolinas.

A partir de 2006 y hasta 2014, los precios internacionales del petróleo fueron muy elevados, por encima de 85 dólares por barril en promedio, al tiempo que el precio de la gasolina a los consumidores aumentó muy poco. Ello significó que, durante años, el gobierno mexicano otorgó subsidios a quienes consumimos gasolina que llegaron, en su máximo nivel, al equivalente a 1.8% del PIB en 2008 (el doble del presupuesto federal para seguridad en 2020). Era una locura: un subsidio absurdamente elevado que además beneficiaba a quienes más gasolina consumían. Y al hacerlo, el aumento de los ingresos fiscales debido al alto precio del petróleo fue mucho menor, alrededor de la mitad, de lo que habría sido el aumento de los ingresos fiscales petroleros si no se hubieran dado esos subsidios.

Hoy, al aumentar el precio internacional del petróleo tenemos una situación semejante, aunque ello dependerá del nivel que alcance el precio internacional del petróleo. Hoy no llega a los 60 dólares por barril. En caso de que los precios aumentaran mucho más, el gobierno mexicano le estaría subsidiando las compras de gasolina y diesel a los consumidores, provocando un uso mayor de energía y menor recaudación fiscal. El problema es que con ello, al mismo tiempo, se estaría subsidiando mucho más a quienes usan más gasolina, que son las familias de mayores ingresos, que a las familias que consumen menos gasolina y que son de menores ingresos. Esto último va en contra de lo propuesto por el presidente López Obrador de redistribuir el ingreso. De hecho, éste se concentraría mucho más. Por otra parte, mantener los precios de la gasolina constantes en términos reales va de acuerdo con su promesa de campaña. Entonces, ¿qué decidirá el presidente si los precios realmente aumentan mucho? Se encontrará ante un dilema.

Como ocurre frecuentemente en el diseño de la política pública, cuando existen objetivos generales desconectados y no se cuida que haya la mayor consistencia posible entre políticas públicas que conviven entre sí, los resultados de una política particular obstruyen los resultados de la otra. Esto no tendría que ser así: existen políticas públicas ampliamente discutidas en el pasado no lejano que resolverían esta aparente disyuntiva. Por ejemplo, construir un sistema de protección social universal financiado con impuestos generales, como el IEPS, el IVA y el ISR. Sin embargo, dichos caminos han sido abandonados por el gobierno actual, y por lo mismo tendremos resultados mediocres sobre lo que podría ser un buen respiro para el país: el aumento del precio del petróleo.

 

Por: Enrique Cárdenas Sánchez

Universidad Iberoamericana de Puebla

Puebla contra la Corrupción y la Impunidad

enrique.cardenas@iberopuebla.mx

@EcardenasPuebla

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