El avance de la pandemia, como tsunami que no encuentra resistencias, sigue inexorable. Ayer llegamos a casi 66 mil fallecimientos oficialmente registrados causados por el virus, lo que implica que al día de hoy han muerto alrededor de 200 mil personas más que en el promedio de los últimos cuatro años en estos meses, debido al reconocido subregistro oficial de muertes por Covid. El número de muertos sigue creciendo por miles cada día y el Institute of Health Metrics and Evaluation estima que al 1 de diciembre en México morirán casi 120 mil personas oficialmente registradas, es decir, tendremos entre 300 y 360 mil muertos adicionales en 2020 respecto de los fallecimientos ordinarios. Dado que en los últimos años han muerto alrededor de 730 mil personas por edad, enfermedad, accidente o crimen, la pandemia habrá aumentado casi 50% los fallecimientos en 2020. Una tragedia.
En lo económico, la crisis será también perdurable. Todo tipo de especialistas están describiendo la caída de la actividad económica, del consumo, de la inversión, de los ingresos de las personas, del empleo y de cualquier otra variable que se revisa constantemente. Los expertos hablan de que se avizora una década perdida. Y el pronóstico se realiza cada día.
En lo social, el deterioro es mayúsculo. El número de pobres sigue creciendo por la pérdida de ingresos (uno de cada 3 hogares han perdido más del 50% de sus ingresos durante la pandemia), por la pérdida de empleos y la quiebra de empresas (casi medio millón hasta ahora). La gente se está endeudando para sobrevivir, los niveles de bienestar están disminuyendo. No hay duda, es implacable, pues no hay ni empleos ni ingresos semejantes a los anteriores, no hay manera de que los programas sociales puedan alcanzar a quienes más están siendo afectados por la pandemia.
Pero todavía más grave serán los impactos en el mediano y largo plazo de una generación, la generación Covid. Veamos la nutrición de los niños. La seguridad alimentaria está deteriorándose gravemente por la pandemia, y tendrá un efecto perdurable en todos aquellos bebés que no tengan una nutrición adecuada. Su vida quedará marcada y los obstáculos para avanzar en la vida serán mucho más difíciles de vencer. Esos bebés habrán nacido pobres y tendrá muy poca probabilidad de salir de esa condición el resto de su vida.
La pandemia está también ampliando las brechas en el aprendizaje de los niños. Aquellos que tienen manera de seguir sus cursos razonablemente bien por el acceso a internet y una computadora, contrasta con aquellos niños que ni siquiera tienen televisión y mucho menos acceso a una persona que los guíe aún enfrente de la televisión. Los niños cuyo aprendizaje se deteriore significativamente, que lamentablemente serán muchos millones por la enorme brecha digital que existe, estarán también afectados por la pandemia. Se profundizará todavía más la pérdida de talentos de personas sin oportunidades. Esos niños y jóvenes quedarán marcados por la pandemia y el efecto durará toda su vida.
Algo semejante ocurre en salud, por el deterioro que se ha registrado en el sistema. Muchas personas no se han podido atender por la pandemia y habrá también repercusiones en el largo lazo. Los niveles de ansiedad han aumentado y uno de cada tres personas mayores de 18 años la experimentan actualmente, en tiempos de pandemia.
El problema es que no se está haciendo nada para enfrentar ese futuro que será desastroso. Si en el Segundo Informe Presidencial de antier la pandemia apenas mereció unos cuantos párrafos del texto, los estragos futuros que el Covid-19 está ya causando ni siquiera se discuten ni se mencionan. Es grave. La Generación Covid existe, y todavía estamos a tiempo de evitar que ocurran las desastrozas consecuencias que avizoramos.
Por: Enrique Cárdenas Sánchez
Universidad Iberoamericana de Puebla
Signos Vitales
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