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Desde hace ya tiempo el desempeño de la economía ha sido mediocre o francamente malo. El ‘histórico’ 2.0 por ciento de crecimiento del PIB de los 15 años previos a 2018 era insuficiente para crear los empleos y la productividad necesarios. Los especialistas mencionaban que la inversión pública era muy limitada, insuficiente y que no estaba enfocada al crecimiento económico. La mayor excepción era la construcción del aeropuerto de Texcoco que se perfilaba como un detonador importante de inversión para el país, junto con la inversión privada en el sector energético impulsada por la reforma de 2013 y que empezaba a mostrar resultados. Ambos se han cancelado.

En 2019 la economía se estancó y registró por primera vez en muchos años un pequeño decrecimiento que, aunado al crecimiento de la población, llevó a una caída de alrededor de 1.5 por ciento del PIB por habitante. Luego vino la pandemia, el empobrecimiento de la gente y el cierre de empresas por el poco apoyo gubernamental a los trabajadores (formales e informales) y a las empresas, y la caída de la economía. El PIB cayó 8.5 por ciento y casi 10 por ciento en términos per cápita. El desastre se sintió especialmente en algunos sectores como el turismo y los transportes, pero afectó a toda la economía. El golpe fue mayor en las regiones y los sectores desconectados del comercio internacional. De hecho, la recuperación que hemos observado en lo que va de 2021 se debe esencialmente al sector exportador en aquellas zonas más beneficiadas por la recuperación económica de Estados Unidos. Estados como Quintana Roo, Oaxaca y Baja California Sur siguen muy afectados por la caída del turismo. Para mediados de este año, la recuperación está perdiendo fuerza por la baja en la inversión privada dada la creciente incertidumbre y desconfianza por las violaciones cotidianas al Estado de derecho. No se ve de dónde vendrá un mayor dinamismo de nuestra economía en los años por venir.

Si bien las finanzas públicas han guardado un equilibrio, por el lado de los ingresos, éste ha sido posible por el uso de reservas que había acumulado el Estado mexicano a lo largo de varios años (fondos, fideicomisos, etcétera) y por el endeudamiento público, que ha crecido 7.0 por ciento en términos reales. El cobro de impuestos atrasados a los grandes contribuyentes, frecuentemente ‘persuadidos’ de que abandonen sus litigios fiscales, también ayudó a este equilibrio. Muchos de estos recursos fueron de una sola vez y no podrán repetirse, salvo mediante el aumento de la deuda del país.

Por su parte, el gasto público no ha disminuído, sino que ha crecido en estos últimos años, en parte por los pagos de seguridad social ineludible (incluyendo las pensiones universales) y por las inyecciones de recursos a Pemex y la CFE, que los han necesitado en magnitudes crecientes. El aumento de las remesas de los paisanos desde el otro lado de la frontera, 22 por ciento más que el año pasado en el primer semestre, llegarán posiblemente a 48 mil millones de dólares en 2021, flujo de dinero que ha ayudado a la balanza de pagos y a evitar el colapso del consumo de las familias mexicanas receptoras. No obstante, la caída en la inversión privada y la pública en proyectos distintos a los emblemáticos de este gobierno permite prever que la recuperación económica será limitada y lenta, tal como ya se empieza a apreciar.

La inflación tampoco parece ceder y está siendo alimentada por problemas de oferta a nivel mundial, así como por una fuerte demanda impulsada por el gasto público de Estados Unidos. Ello llevará a aumentos en la tasa de interés que encarecerá el servicio de la deuda mexicana y abonará al lento crecimiento económico.

A todo esto se agregan nubarrones en el contexto internacional, como son el posible cierre del gobierno de Estados Unidos por no ponerse de acuerdo en el monto del techo de su endeudamiento, la carestía de insumos esenciales, de fletes marítimos y de energéticos, así como la posible alza de tasas de interés a nivel mundial en la lucha contra la inflación en Estados Unidos y la posible quiebra de la segunda inmobiliaria más grande China, con una deuda de 300 mil millones de dólares.

Internamente la economía mexicana se encuentra prendida de alfileres, con pocas perspectivas de crecimiento, finanzas públicas comprometidas y caída en el bienestar casi generalizado. El Estado de derecho, cada vez más desgastado y erosionado, establece un marco institucional de incertidumbre. En estas condiciones, cualquier nubarrón internacional, como los mencionados, pueden afectar la economía gravemente.

Enrique Cárdenas Sánchez

Universidad Iberoamericana de Puebla

Puebla contra la Corrupción y la Impunidad

enrique.cardenas@iberopuebla.mx

@ECardenasPuebla

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