El Covid-19 ha mostrado sin tapujos un dilema que enfrentaba ya el presidente López Obrador, pero que la pandemia ha agudizado al extremo. Su dilema es el siguiente: evitar un colapso económico que afectará a millones de personas, lo que implica abandonar la serie de políticas económicas, sociales y jurídicas que ha seguido hasta ahora (la 4T), o bien continuar con sus políticas de no apoyo generalizado, lo que llevará a un desastre económico y social, y que inexorablemente dará al traste de cualquier manera a la 4T.
Desde antes del brote de la epidemia en China ya sabíamos que la tendencia de la economía mexicana era a la baja, y que difícilmente se podría levantar el ritmo de crecimiento por encima de un 1% anual en los próximos años. Las deterioradas finanzas públicas, la falta de inversión y de confianza, la amenaza de bajas en la calificación de la deuda nacional, el inconvincente plan de negocios de Pemex y encima la caída del precio del petróleo, son sólo algunos factores que dejaban ver que la economía crecería muy poco o nada en los próximos años. La falta de recursos públicos y la estabilidad no eran compatibles con avance social, reducción de la pobreza y la desigualdad. Tampoco había un panorama promisorio en la estrategia de seguridad y mucho menos en la violencia contra las mujeres (y el trato a las mujeres junto con su muy significativo Paro Nacional del 9 de marzo). Las violaciones a la ley por el mismo Ejecutivo, bien reseñadas por Mexicanos Contra la Corrupción y Causa en Común ( https://contralacorrupcion.mx/legalidad-contra-las-cuerdas/
), han ahondado la desconfianza en el gobierno y en el estado de derecho. Todo ello ha llevado a la caída continua de los últimos meses de la aprobación del presidente de acuerdo con la mayoría de las encuestas. Este panorama estaba poniendo en entredicho el éxito de la 4T, y muchos analistas opinábamos que debía haber YA un golpe de timón, un cambio de dirección urgente, para evitar el estancamiento económico, y sus secuelas en todo lo demás.
El Covid-19 ha agudizado, gravemente, este panorama económico. La pandemia está creando ya una crisis a nivel global de características especialmente complicadas pues golpea tanto a empleadores como a consumidores. Es un golpe a la actividad productiva, a la oferta, pues millones de personas no pueden acudir a su trabajo, no se producen bienes y servicios que, a su vez, son insumos de otras industrias. El caso de la industria automotriz es un ejemplo conspicuo, pero como ése hay muchos más. Y también la crisis da un golpe a la demanda. Las personas se quedan sin trabajo porque no hay demanda por servicios de toda índole, como hoteles, restaurantes, comercio formal e informal y tantas otras actividades. Eso se agrava cuando la única medida efectiva contra la pandemia es el aislamiento social, el #quédateencasa. Así, al tener millones de personas que se quedan sin ingresos dejan de demandar bienes y servicios, o simplemente no se demandan porque las personas no las pueden adquirir por el aislamiento, como un corte de cabello o servicios de taxi. Por tanto, el colapso se magnifica al ser golpeada la economía tanto en la oferta como en la demanda. Y por eso es que los pronósticos del desempeño de las economías se ha reducido tanto semana a semana.
Pero afortunadamente sabemos qué es lo que hay qué hacer para enfrentar este tipo de choques. Por la experiencia de la Gran Depresión de 1929, o por la Gran Recesión de 2008, sabemos que se debe impedir que las personas pierdan sus ingresos y que las empresas quiebren por falta de ventas de sus bienes y servicios. Eso es lo fundamental, con un punto adicional. Se debe pensar en el día siguiente a que concluya la pandemia. Los empleos deben estar disponibles para aceptar de nueva cuenta a los trabajadores. Se debe tener la base para poder reconstruir el aparato productivo y mostrar viabilidad a mediano plazo. Si esa viabilidad no es clara, la penuria para salvar la crisis será mucho mayor.
De ahí es que la mayoría de los gobiernos, de diversos enfoques políticos, hayan tomado muy diversas medidas para evitar la pérdida de ingresos de la población y el quiebre de empresas. Los paquetes de apoyo a los ciudadanos son cuantiosos y llegan hasta 10% del PIB. Otros países están destinando 3, 5, 8 puntos porcentuales de su PIB que aumentarán su deuda pública. Cualquier cifra menor que ésa es una curita para evitar una hemorragia. Y como es deuda adicional, los gobiernos deben prever cómo la pagarán. Por eso debe quedar claro qué sucederá el día despúes de la pandemia.
La única manera de pagar esa deuda en el mediano plazo es teniendo ingresos suficientes para hacerlo, es decir, poniendo las bases, las condiciones para lograr que la economía vuelva a crecer (y así generar más recaudación fiscal, con reforma o sin reforma fiscal). Y como ya vimos, el único camino para generar crecimiento es cambiar de tajo la política de la 4T en materia energética, en seguridad jurídica, en seguridad de la población, en consultas patito como la del NAIM y la de Mexicali, y elevar mucho la inversión pública en infraestructura. No hay de otra, pero representa, también, el abandono político de la 4T.
Para mí, AMLO se enfrenta a un falso dilema: si de todas maneras va a colapsar la 4T (su gobierno, su credibilidad y su arrastre social), mejor que evite un colapso económico y social mucho peor que el que podemos siquiera imaginar, por el bien de México.
Por: Enrique Cárdenas Sánchez
Universidad Iberoamericana de Puebla
Puebla contra la Corrupción y la Impunidad
enrique.cardenas@iberopuebla.mx
@EcardenasPuebla