Seguro te ha pasado, estás a punto de lograr esa meta que tanto te costó o finalmente tienes la relación o el trabajo que soñaste y de pronto… algo pasa. Tomas una decisión impulsiva, te paralizas o empiezas a descuidar lo que ya habías construido. ¿Por qué somos nuestros propios peores enemigos justo cuando estamos a punto de ganar?
No es mala suerte, es un mecanismo profundo que tiene mucho que ver con cómo estamos cableados.
- El miedo al éxito (que en realidad es miedo al cambio):
A veces no le tenemos miedo al fracaso, sino a lo que viene después de triunfar. El éxito trae consigo nuevas responsabilidades y expectativas.
Como decía el psicólogo humanista Abraham Maslow, a menudo sufrimos del “Complejo de Jonás”: ese miedo a nuestra propia grandeza o a las exigencias que el destino nos impone cuando decidimos destacar. Sabotearnos es irónicamente una forma de quedarnos en nuestra zona de confort aunque esa zona nos haga infelices. - La brecha de merecimiento:
Aquí entra en juego nuestra narrativa interna. Si en el fondo crees que no “vales” lo suficiente, tu cerebro buscará pruebas en el mundo exterior para confirmar esa creencia. Si las cosas van demasiado bien, se genera una disonancia cognitiva.
Erich Fromm en su análisis sobre la libertad y el amor, sugería que muchas veces nos saboteamos porque no hemos aprendido a “habitar” nuestra propia valía; preferimos destruir lo que tenemos antes que enfrentar la angustia de sentirnos “impostores”. - El control como mecanismo de defensa:
Es una paradoja extraña, preferimos fallar por nuestra propia mano que dejar que el destino o los demás nos fallen. Si yo saboteo mi relación al menos tengo el control del final. Si dejo que fluya y termina mal por causas ajenas me siento vulnerable. Nos saboteamos para no sentirnos víctimas de la incertidumbre. - La sombra que nos persigue:
Carl Jung hablaba de la “sombra”, esos aspectos de nosotros que no queremos admitir. Cuando ignoramos nuestras heridas o traumas no resueltos, estos actúan desde el inconsciente. Como bien decía Jung:
“Hasta que lo inconsciente no se haga consciente, el subconsciente dirigirá tu vida y tú lo llamarás destino”.
Sabotearse no es un defecto de fábrica, es una señal. Es nuestro sistema gritándonos que hay algo que todavía no hemos sanado o que nos da pánico crecer. El primer paso para dejar de ponernos el pie no es esforzarse más, sino detenerse a observar con honestidad qué es lo que realmente nos asusta de ser felices.
Al final del día, alcanzar lo que queremos requiere la valentía de aceptar que, efectivamente, somos capaces de sostenerlo.
Terapeuta Eli Córdova López
México Prioridad


