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Hace ya muchos años recibí la primera invitación de Leobardo Espinosa Rodríguez para sumarme a su iniciativa “Puebla Prioridad” participando en emisiones de radio a través de diversas estaciones que entonces nos ofrecieron espacio e instalaciones.  Desde aquellos tiempos he colaborado con Leobardo de manera intermitente por razones profesionales, y ahora recibo y acepto nuevamente la oportunidad de expresar a través de colaboraciones escritas mi opinión sobre los temas que vayan surgiendo, siempre con la visión de quien ha participado por muchos años en la vida de los negocios, siempre con el compromiso de buscar éticamente la realización de objetivos que permitan a los negocios ser rentables y ser responsables.

En tiempos como los que vivimos, aún haciendo caso omiso al clima tenso que generan tantos mensajes encontrados en busca todos del voto ciudadano, resulta casi imposible no sentir gran agobio bajo la influencia que las redes sociales ejercen sobre nuestras vidas.  Baste con echar una mirada alrededor nuestro cuando nos sentamos en un café o en un restaurant, o mientras esperamos a ser recibidos cuando  acudimos a consulta médica: prácticamente todas las personas a nuestro rededor, y tal vez nosotros mismos, estamos abstraídos en la atención de cuanto mensaje, meme o videoclip llega a nuestro conocimiento.

Por supuesto que reconozco el beneficio que me genera el ser usuario de las redes sociales, que me permiten estar enterado al instante de lo que sucede; pero también lamento el que el acceso a la comunicación instantánea, indiscriminada y tan abundante simplemente tome en muchos casos la función que antes tuvieron el diálogo con otras personas y la reflexión personal.

La información es un elemento esencial de la existencia humana, al igual que los alimentos que consumimos para transformarlos en la energía que nos sostiene.  Pero, ¿qué sucede cuando ingerimos alimentos de baja calidad nutricional?, ¿qué pasa con nuestro cuerpo cuando comemos más allá de la satisfacción de nuestras necesidades hasta el punto en que ingerir alimentos se vuelve una compulsión?  Hoy sabemos mucho sobre la inconveniencia de la obesidad y sobre las consecuencias de un régimen alimenticio desbalanceado o, de plano, desordenado.  Los malos hábitos alimenticios han derivado en trastornos de salud que ya adquirieron niveles sociales alarmantes, especialmente cuando de diabetes se trata.

Me parece que, pese a que los malos hábitos alimenticios sigan haciendo estragos en nuestra sociedad, existe al menos la conciencia de los perjuicios que los excesos y los desequilibrios alimenticios provocan; mi esperanza reside en que de dicha conciencia ha de brotar la convicción para que muchas personas asuman responsablemente hábitos alimenticios que prevengan la obesidad extrema y sus muchas consecuencias negativas, que en buena medida traen y traerán costos sociales y económicos que pesarán irremediablemente sobre la economía nacional, que enfrenta tradicionalmente una enorme cantidad de carencias.

Pues bien, así como el desbalance nutricional acarrea grandes trastornos, me parece que la glotonería informativa resulta gravemente dañina para nuestra sociedad porque reduce sustancialmente la capacidad individual de diálogo, de reflexión y de formación de opiniones propias.  Temo que quien carece de opinión difícilmente podrá contribuir a la construcción del bien común, que considero debería ser una aspiración fundamental para todos quienes vivimos en sociedad.

La falta de criterios personales y propios empobrece el nivel de comunicación entre personas, baste con escuchar atentamente la falta de argumentos que priva en torno a la situación económica que vivimos en México, o la que rodea las posturas en favor o en contra de candidatos y candidatas a cuanto puesto de elección popular está hoy en juego.  Esto, para no mencionar también el lenguaje tan extendido en el que se utilizan para declarar amistad calificativos y expresiones que hasta hace poco eran ofensas que provocaban reacciones iracundas y violentas.

Y en medio de tanta cacofonía, cargando la pesada loza de las intrusivas redes sociales y soportando la ligereza con la que se enfrenta lo mismo un comentario futbolístico que el futuro de nuestro país, me propongo aprovechar éste espacio que generosamente se me ofrece para invitar a quienes acuden a la comunidad convocada por Leobardo a que reflexionemos sobre el rol fundamental que las empresas y los empresarios tenemos en la construcción de una sociedad que genere beneficios para muchos.

Mi militancia por la ética empresarial está basada en más de 40 años de vida profesional en el mundo de los negocios, tiempo durante el que vi repetidamente que el éxito que logran las empresas bien organizadas, transparentes y consistentes es no solo sustentable, sino también generador de beneficios que llegan a sus accionistas, a sus colaboradores, clientes, proveedores, etc., sin dejar de mencionar incluso al medio ambiente.

De esto hemos de hablar, especialmente en tiempos en que para excitar voluntades se ha llegado al extremo de calificar en términos denigrantes a quienes, pese a todas las dificultades que existen en México, siguen día con día poniendo en riesgo sus recursos y continúan trabajando junto con quienes se suman a sus empresas en la construcción del México que todos quisiéramos posible.

Nuevamente agradezco a Leo su gentil invitación a retomar un espacio en su empeño porque Puebla se vuelva realmente Prioridad para quienes aquí vivimos.  Trataré de encontrar la forma de ser útil en tan gran y noble propósito.

Y, como lo de hoy son las redes, me pongo a disposición via Tweeter en @pancho_mariscal

28 de mayo de 2018

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