Conocí a una joven dedicada al trabajo sexual independiente hace algunos años. Entonces me platicó, con aire de superioridad, que ella, con tal de hacerse de cosas y dinero, le entraba a hombres y mujeres sin importar su género, sus preferencias sexuales ni lo que utilizaban para generarse placer instantáneo.

Llevaba varios años en este oficio y cada vez era más buscada por sus clientes y referidos. Fue explícita cuando describió sus especialidades y, siendo tan joven, 25 años, le pregunté cuándo había iniciado. Refirió que desde los 16 había sido invitada por una amiga a trabajar con clientes exclusivos, por lo que llevaba ocho años ejerciendo. Dado su rotundo relato, le pregunté qué seguía después de eso. Respondió que ella consideraba, algún día, cambiar de giro, ya que tenía una casa, un coche, ahorros y sólo estaba en espera de encontrar a un hombre que la aceptara tal como es para hacer una familia. Hasta ahí esta historia.

En un diálogo reciente con mujeres jóvenes de 19 años, referí esta historia ya que la protagonista tenía más o menos su edad cuando su amiga la “invitó” a trabajar y quise saber qué pensaban al respecto; sólo les relaté lo toral para que tuvieran una idea y opinaran en referencia al trabajo sexual, el poliamor entre diversos géneros, las preferencias sexuales y los métodos para facilitar el placer instantáneo.

Las muchachas no se escandalizaron y abundaron que esa información la conocen por redes sociales y una expuso que tenía conocidas y conocidos con esas prácticas. Al retomar la historia de la muchacha que después de su trayectoria quería formar una familia, mi pregunta fue: “¿Qué sigue después?” Luego de un largo silencio, una joven, de manera reflexiva, afirmó con voz tenue: “No le bastará…”

alefonse@hotmail.com

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Alejandra Fonseca
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