San Anselmo de Aristóteles a Kant.

La  inteligente y recomendable introducción que Francisco de P. Samaranch escribió a la obra de Aristóteles , señala que : “lo importante, no es pensar como pensó el estagirita, sino pensar como él lo hubiera hecho en nuestros días”.

A partir de referencias, ciertamente de no  escaso relieve como podrían ser las de Eduardo García Maynes, Hans Kelsen y la lectura de algún texto directo como lo es concretamente “Los Principios Metafísicos de la Doctrina del Derecho”;  encasillé por mucho tiempo al pensamiento de  Immanuel Kant  como una especie de “némesis” del aristotelismo.

Ante la lectura directa, me parece ahora más bien, que , ante los descubrimiento de Tycho Brahe, Galileo Galilei y ni que decir de Newton  y sus “Principia Mathematica”,  así como ante la Revolución Francesa, Kant pensó  en su momento como al efecto  lo habría hecho Aristóteles.

La “Critica de la Razón Pura”  haciendo referencias a Locke, Hume, Spinoza, Leibnitz y Descartes, resulta, en realidad y en esencia, una revisión a la  “METAFÍSICA”, bajo la argumentación que el propio Aristóteles hubiera hecho según el consejo vertido por Samaranch; y me atrevería a decir, incluso, que puede hacerse la lectura de uno a otro dejando de lado a los filósofos referidos en la “Crítica de la Razón Pura” sin menoscabo de un acceso de primer nivel al gran pensamiento filosófico, con la única excepción obligada de Descartes, claro está.

En Karl Jaspers puede leerse un brillante artículo sobre la consideración óntica de Dios de San Anselmo, y , curiosamente, es él único principio de la metafísica medieval recuperado no sólo por Kant, quién la valida no como especulación de la “Razón Pura”, sino como derivación obligada de la piedra angular de su ética plasmada  en “La Crítica de Razón Práctica”, y al que denomina “imperativo categórico”,  sobre el que ahonda a cabalidad en su “Crítica del Juicio”.

El denominado principio óntico sobre la existencia de Dios, resulta , asimismo, fundamental en el pensamiento plasmado por René Descartes , tanto en sus “Meditaciones Metafísicas”, como en “El Discurso del Método”, publicado como estudio introductorio y prólogo a la  geometría analítica desarrollada por el propio Descartes.

Tanto Kant como Descartes, expresan el principio de San Anselmo con un estilo literario sumamente intelectualizado, argumentando que  la infinitud no puede ser negada sin hacer referencia al mismo  principio contenido en la negación; dada mi modesta e incipiente formación filosófica, creo que prefiero expresarlo a la manera de los monjes medievales: “nadie da lo que no tiene, de la naturaleza, en consecuencia, no pudo el hombre derivar los conceptos de perfecto, inmutable, o eterno, dado que, nada hay  en la naturaleza, que revista tales condiciones”.

Kant  no llega al extremo de aludir a Dios como referencia conceptual, pero de acerca se acerca mucho al  criterio que habría de ser esgrimido en pleno siglo veinte por Martín Heidegger , el cual , después de todo, no se hallaría muy lejos del  axioma de la geometría analítica esgrimido por  René Descartes que  al efecto establece : “ “X” cuadrada más “Y” cuadrada como igual a cero, equivale a una circunferencia con centro en el encruzamiento de las líneas de un cuadrante”.

Ante el seguimiento que Kant  y Descartes realizan de San Anselmo, podría decirse que no sólo la negación lleva implícita el concepto negado, sino que, como referencia conceptual dijérase en “El Ser y El Tiempo”, el axioma de la geometría analítica constituye asimismo una noción  metafísica que no tiene relación con la intuición que  los sentidos nos ofrecen. 

Dado la presencia del denominado “principio óntico de Dios” de San Anselmo en las figuras preponderantes del  pensamiento  hasta finales del siglo veinte al menos,  me extraña sobremanera que su nombre resulte omitido en los estudios básicos de la filosofía, cuando al parecer, habría desplegado mayor influencia e impacto que la que puede derivarse de la de Tomás de Aquino, y pienso al respecto  en el consejo plasmado por Samaranch, consciente de que “pensar, no como Aristóteles lo hizo en la Antigüedad, sino como lo hubiera hecho en nuestros días” constituye un reto de enorme proporción al alcance de hombre de genio como Immanuel Kant a quién la  humanidad conmemoró el año pasado con motivo de los 220 años de su deceso.

albertoperalta1963@gmail.com

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Atilio Alberto Peralta Merino
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