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Alfred Dreyfus  de origen judío-alsaciano (1859-1935) procesado por conspiración, acusado por un tribunal militar francés de haber entregado documentos secretos a los alemanes. condenado a cadena perpetua en la Isla del Diablo situada cerca de la  de la Guayana Francesa,  misma que se hizo celebre en la novela de Henry Charrière, “Papillón” , sentencia con tintes francamente antisemitas.

La polémica acerca de este proceso fue certeramente alimentada por una carta dirigida al Presidente de Francia publicada por el diario L’Aurore, el 13 de enero de 1898, en la  que “Émile Zolá” denuncia un pronunciado antisemitismo en el juicio en contra del militar, y los errores graves de la justicia francesa, finalmente Dreyfus fue exonerado de todo cargo en 1906.

Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti dos inmigrantes italianos, trabajadores y anarquistas, acusados del asesinato del pagador de la fábrica en la que trabajaban, fueron juzgados, sentenciados y ejecutados el 23 de agosto de 1927 en Massachusetts y exonerados cincuenta años después por errores graves en un juicio cargado de xenofobia y prejuicio.

Un caso mexicano, el de la francesa Florence Cassez, culpable para la mayoría de los que siguieron su juicio, salpicado por la espectacularidad de su detención y fallas inexplicables en el “debido proceso” como lo documenta uno de los mejores especialistas en derechos humanos del país, el Dr. Luis de la Barreda Solórzano, a quien vale la pena leer para enterarse de la serie de equivocaciones y prejuicios que ensuciaron el caso que causó serias controversias entre los Gobiernos de México y Francia y culminaron con la liberación de la francesa.

Estos casos como otros que han sido menos famosos demuestra que la justicia es falible, que esa falibilidad ha ocasionado la muerte de inocentes que estuvieron en el tiempo y el lugar equivocado, que tuvieron juicios parciales y cargados, de prejuicios que llevaron a la muerte a los dos italianos, a vivir en prisión injustamente a Dreyfus y a liberar en medio de un mar de dudas a la francesa Cassez, por eso mi desacuerdo con la pena de muerte, siempre existe la posibilidad de que se ejecute a un inocente mientras exista la probabilidad de que se cometa una injusticia.

Bajo el amparo de la impunidad que da el anonimato de las redes, se ha desatado una campaña para animar a la población a hacer justicia por propia mano, iletrados e ignorantes la promueven y la divulgan sin imaginar las consecuencias de su estulticia y se quedan satisfechos de su deber cumplido, asimismo, algunos comunicadores que se precian de independientes, la avalan (la campaña) y la protegen, y lo peor es que ya existen muchos casos de linchamientos inhumanos y detestables en nuestro país.

Si los jueces que estudian y se preparan para serlo  se equivocan “seguido”. qué podemos esperar de una turba de enardecidos pobladores de comunidades marginadas o barbajanes de barrio sin la mínima instrucción jurídica que se erigen en “jueces sumarios”.

Concluyo mi exposición con la argumentación final de la carta de “Émile Zolá” el trece de enero de 1898 en el diario L’Aurore:

Sólo un sentimiento me mueve, sólo deseo que la luz se haga, y lo imploro en nombre de la humanidad, que ha sufrido tanto y que tiene derecho a ser feliz. Mi ardiente protesta no es más que un grito de mi alma. Que se atrevan a llevarme a los Tribunales y que me juzguen públicamente.

Así lo espero”.

“Émile Zolá”

 

Autor: Alfonso Díaz Ordaz Baillères

3 de septiembre de 2018

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